“Originalmente, tirano significaba simplemente gobernante”.

THOMAS HOBBES

“Con la primavera
 viene la canción,

la tristeza dulce 
y el galante amor.

Con la primavera 
viene una ansiedad

de pájaro preso 
que quiere volar.

No hay cetro más noble
 que el de padecer.

Sólo un rey existe:

el 
muerto es el rey”.

JOSÉ MARTÍ

Recientemente vi en Netflix la película ‘Múnich. El borde de la guerra’. Si no la han visto, se las recomiendo. Muy buena; estupendo reparto.

Entre otras muchas cosas, nos recuerda que ‘aquel que no conoce la historia está condenado a repetirla’. Sí, para los puristas, les aviso que el largometraje es historia novelada, pero el mensaje de la trama es importante. Más en estos momentos.

Llevémoslo a la realidad: en cuestión de horas, lo que parecía ser una finta por parte de Vladimir Putin ha escalado. Desgraciadamente así sucede frecuentemente en el ámbito internacional, particularmente cuando se trata de agresiones. Esto es, no necesariamente los amagos se quedan solo en eso.

Utilizando varias artimañas que la historia ya ha reseñado, este lunes el presidente ruso firmó acuerdos amistosos y de ayuda mutua con las dos autoproclamadas repúblicas de Luhansk y Donetsk, ubicadas al sureste de Ucrania. En términos llanos las reconoció como naciones independientes (claro, con miras a anexárselas a Rusia próximamente). Así, horas después, para demostrar su talante pacifista en defensa de dichas nuevas naciones, ordenó el despliegue de tropas rusas.

Este envite no cae de sorpresa. Hace siete años Rusia se quedó con la península de Crimea, que era parte de Ucrania. En ese entonces, fuera de algunas insignificantes protestas internacionales, nadie dijo nada.

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Un déjà-vu de lo que hizo Hitler con los Sudetes de Checoslovaquia hace algunas décadas (y por eso mi mención, antes, de la película).

Sí, por aquellas épocas, el 30 de septiembre de 1938 para ser exactos, se dan los acuerdos de Múnich, signados por Hitler, Mussolini, Chamberlain (primer ministro inglés) y Daladier (primer ministro francés), en los cuales los aliados aceptaban las condiciones de Hitler. Chamberlain lo consideró —y lo negoció— como un esfuerzo para evitar la guerra. Con justa razón Checoslovaquia mostró su indignación pues le quitaron gran parte de su territorio y ni siquiera fue considerado como asistente —ya no se diga participante— en dichas pláticas. Y, bueno, tampoco hizo falta ya que los primeros diez días de octubre de ese año, Hitler ocupó los 30,000 km2 de Checoslovaquia llamados Sudetes, con la excusa de que en algún momento habían pertenecido a Alemania… Esa misma excusa utiliza hoy Putin —y algunos de sus aliados y simpatizantes, entre ellos el ex presidente norteamericano Donald Trump y no pocos republicanos, particularmente los texanos— para querer invadir y re anexar Ucrania a su territorio (tan absurdo como apoyar en estos momentos la anexión de Texas a México porque en algún momento pertenecía a nuestro país…).

Pero vuelvo a la otra historia. Las potencias europeas en un principio se quedaron pasmadas y para principios de 1939, Hitler ya había invadido toda Checoslovaquia y todo Austria, a pesar de que en los tratados de Múnich el líder alemán se comprometía a no continuar con su invasión en el resto de Europa.

Los aliados habían dejado crecer al dictador que después fue conocido internacionalmente como un monstruo. Churchill (primer ministro inglés que luego sucedió a Chamberlain) fue de los pocos que vieron a tiempo —es decir, antes de firmar los acuerdos— el error que habían serían estos. Fustigó a Chamberlain (la historia le daría la razón, sin que él dijera nada al respecto) con un: “quien se humilla para evitar la guerra, tendrá la humillación y también la guerra”. Sirva todo esto de antecedente histórico imprescindible.

En el caso de Putin, al menos los personajes internacionales que participan en esta otra trama, la actual, ya saben con quien están tratando, máxime con la probadita que les dio en Crimea en el no lejano 2015. Es importante notarlo: han habido más de 14,000 muertos desde que inició esa otra invasión en la península. (Nada si se compara con nuestro país que en tres años tiene más de 100,000 muertos por violencia, pero los de la zona de Crimea muestra que paz no ha habido).

Joe Biden afirmó el martes que la decisión de Putin de enviar tropas a las provincias separatistas es “el comienzo de la invasión” de Rusia a Ucrania, y anunció nuevas sanciones contra Moscú. Autorizó, además, el despliegue de tropas de la OTAN en Lituania y Letonia, países miembros de la extinta URSS. Por su parte, toda Europa y su ejército conjuntado en dicha Organización ya se han movilizado hacia distintas zonas de todas sus fronteras con Ucrania. Por ejemplo, desde el lunes el ejército húngaro ya está desplegado en su frontera Este (Hungría tiende a sufrir pérdidas de territorio con todas las guerras).

Por su parte, China guarda cautela. Tiene una muy buena relación con Rusia, pero su política es NO apoyar a territorios independentistas, pues podría sufrir algo parecido con Taiwán, Mongolia y Nepal…

Si bien hasta ahora los nuevos acontecimientos tienen implicaciones que cada vez orillan más a la guerra, pareciera (espero) que los aliados no lo están permitiendo y tampoco le están dejando a Putin la cancha libre para que se quede con estos territorios alegando que en algún momento fueron de la URSS. La escalada a una guerra, pero también el evitarla, significa siempre encontrar balances muy delicados, difíciles de alcanzar y en ocasiones precarios o con problemas para mantener. Ceder en algo, pero forzar a que el otro también lo haga. Igual que hizo Chamberlain en aquel entonces, si bien no tuvo el resultado deseado y finalmente se desató la II Guerra Mundial…

Por ahora son esas negociaciones, presiones y sanciones —que la gran mayoría de los países están reaccionando en contra de las decisiones de Putin y el Kremlin— lo único que mantiene la enclenque esperanza de paz.

En síntesis, a muchos la guerra puede beneficiarles, pero también hay muchos que no la quieren (les afecta) y harán lo imposible por evitarla, lo cual es afortunado.

El discurso de Putin, donde sin declarar la guerra dio todos los pasos para iniciarla, tuvo un comentario que nos recordó —al menos a mí— a otros líderes de Latinoamérica que culpan al pasado de lo que ellos hacen (o no hacen) hoy.

Putin no pudo evitar culpar a Bill Clinton de que Rusia no es parte de la OTAN… incongruente por decir lo menos. Acá, por estas otras latitudes, ya conocemos ese discurso del inquilino de Palacio Nacional que sigue culpando a Calderón de casi todo.

Y es que un autócrata no se hace de un día para otro. La estrategia se despliega y este se va “cocinando” lentamente. ‘Toman la mano y luego quieren el brazo’… Si ante su empuje se va cediendo, se permiten más cosas, el autoritarismo y la violencia se van naturalizando en la sociedad.

Vuelvo a Ucrania: en este caso, Biden no fue a Múnich como en aquella película que les menciono; fue Kamala Harris, mientras que Emmanuel Macron fue a Rusia a tratar de suavizar a Putin sin lograrlo. Pero también resulta que en esta ocasión ni Estados Unidos, ni los miembros de la Unión Europea se pueden decir sorprendidos con las intenciones y planes de Putin. Lo que hizo en Crimea y antes en Georgia, así como el enriquecimiento inexplicable de los jerarcas rusos, la desaparición y envenenamiento de sus rivales políticos, el odio y combate a la prensa, y un largo etcétera, delatan lo que planea hacer a continuación en toda Ucrania.

Por supuesto en esta situación hay también diferencias: nuevas posiciones geopolíticas anheladas por muchos, una velada amenaza rusa sobre el gas que necesita Europa (aunque cada día menos), una pandemia por Covid-19 de la que no hemos salido…

Mas tristemente la amenaza es real, tan real que los soldados se alistan en Europa. E igual que la primavera se asoma en el hemisferio Norte, la guerra se anuncia.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero