Nada más sano que poner bajo la lupa la evolución patrimonial de servidores públicos y sus familiares más cercanos; más aún si se trata del mismísimo titular del Ejecutivo, cargo que en el pasado ha generado fortunas obscenas y mal habidas a quienes lo ocuparon.
Bienvenido el reportaje ‘Sembrando vida y la fábrica de chocolates’ y bravo por hacer enojar al presidente López Obrador, pues su publicación sugiere que ha quedado atrás el tiempo de los intocables y que la libertad de expresión en México goza de cabal salud, pese a lo que digan los críticos del gobierno.
Queda para otro día el debate sobre la solidez de la investigación, la fuente que la financió y el tiempo elegido para que saliera a la luz. De momento, contentémonos con la oportunidad de decir algo harto obvio, pero que casi nadie dice:
AMLO es rico; su familia, también
Andrés Manuel López Obrador nació en una familia adinerada, que tenía como patrimonio propiedades urbanas y extensos terrenos agrícolas. También debe apuntarse lo siguiente: su ascendencia europea significó una ventaja socioeconómica en un país y una región donde predomina la población morena y/o indígena.
Obviamente, AMLO tuvo acceso a la educación superior. El mandatario suele decir que esto hubiera sido imposible sin una beca, aunque la versión genera dudas legítimas; en todo caso, buena parte de las personas de la región donde creció no tenían recursos suficientes para iniciar o terminar la educación básica, como él sí tuvo.
Luego, nuestro aventajado y privilegiado Andrés inició su carrera profesional en la docencia y el servicio público, cuando los salarios eran más justos que ahora; con ello, comenzó a forjar su propio patrimonio, como era común entre la burocracia de la época.
Después, se casó con Rocío Beltrán, otra persona adinerada y con privilegios, cuya familia heredó a cada uno de los hijos del matrimonio -José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo Alfonso- un terreno de 16 hectáreas en Teapa, Tabasco.
Para poner en contexto lo que significa tal herencia, una búsqueda rápida en la web arroja un terreno de cinco hectáreas en dicho municipio a la venta en 15 millones de pesos. Por supuesto, la comparación requiere muchos más datos para ser justa, pero vale para defender nuestra la tesis sobre la riqueza del presidente y su familia.
Hoy, está unido en segundas nupcias con otra persona adinerada, académica de profesión y con patrimonio propio. Antes de jurar como presidente, López Obrador vivía en una casa en una zona de clase media-alta del sur de la capital, al parecer propiedad de su pareja. Él mismo compró hace décadas departamentos en zonas de clase media, pero, según su propia versión, ya los heredó a sus hijos.
Además, es propietario de la quinta La Chingada, famosa en el ideario político nacional por su jocoso nombre y porque la oposición tiene una obsesión malsana con ella.
Total: AMLO es rico, es decir, más adinerado que la inmensa mayoría de los mexicanos. Esto es algo que no debe olvidarse aunque ni él ni sus detractores lo digan abiertamente; él, para enarbolar su austeridad republicana; aquéllos, para no entrar al debate sus propios patrimonios, pero principalmente por clasismo, como se expone a continuación.
Los hijos de AMLO viven como los ricos que son, y eso enoja a la oposición
Nunca ha sido ni será la intención de quien esto escribe defender a gente rica; en todo caso, el presidente tiene miles adeptos que harían tal trabajo de buena gana.
Pero el recuento consignado en estas páginas -virtuales, pero páginas al fin- tiene dos propósitos, uno de ellos con dedicatoria a la derecha de México.
El primer propósito es poner bajo relieve el patrimonio de AMLO y los suyos, por si algún día existen discrepancias en su evolución que sugieran actos de enriquecimiento ilícito.
Hay, además, un segundo propósito: exponer a la oposición siempre clasista y racista de este país que pone el grito en el cielo ante el estilo de vida de los hijos de AMLO, hombre exotizado y hasta racializado; hombre vapuleado por su español vernáculo y por sus costumbres alejadas del centro geográfico y cultural del país.
Los hijos de AMLO tienen una fábrica de chocolate porque son ricos. Tienen una fábrica de cerveza porque son ricos. Pasean y viven en el extranjero porque son ricos. Tienen esposas atractivas y ricas porque son ricos. Compran ropa cara porque son ricos.
Pero esto no le cuadra a algunos. Creen que no checa con hijos de alguien que agrega una S al final de la segunda persona del singular del pretérito perfecto, con alguien que no habla inglés y no muestra particular interés por la cultura dominante occidentalizadora.
El clasismo de la derecha no acepta nada ligeramente alejado de la hegemonía que defienden a capa y espada. Al final del día, si sorprende el patrimonio de AMLO y los suyos, se debe en buena medida a la idea equivocada que tienen sobre quién y quién no puede ser rico.