“Tú tienes el control sobre tus emociones, no lo pierdas. No se trata de no demostrar tu molestia, sino de hacerlo mesuradamente, sin después arrepentirte de una acción cometida en un momento de descontrol.”
N. Hill
¿No hay quinto malo?
En enero, cuatro periodistas fueron asesinados. Roberto Toledo en Michoacán, José Luis Gamboa en Veracruz, Lourdes Maldonado y Margarito Martínez en Tijuana. Este sábado se agrega un quinto. La vida de Marco Ernesto Islas Flores fue cercenada de forma brutal; recibió cuatro balazos a la puerta de su casa. Los asesinos dejaron un mensaje.
El comunicador, hijo y sobrino de periodistas, había dejado el periodismo a finales de 2019, antes de ello comandaba el portal “NotiRedes Mex”.
No se mata la verdad matando periodistas
De acuerdo con lo dicho por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de Gobernación, 52 periodistas han sido silenciados de forma permanente en lo que va del sexenio. Somos el segundo país con mayor número de periodistas asesinados; solamente Afganistán —que se encuentra en guerra— tiene un número mayor de periodistas muertos de forma violenta.
Y sí, la violencia en este país, especialmente la dirigida en contra de los periodistas, no cesa. Pero, como ello no parece ser suficiente, existe un instigador de la aspereza que actúa a diario desde la palestra palatina.
Carmen Aristegui, Carlos Loret de Mola y Víctor Trujillo
Nunca es momento, si bien el presidente ha escogido el peor momento, para continuar con su diatriba contra los periodistas. Los que señalan errores de su gobierno y corruptelas de sus colaboradores y familiares, esto es.
En la semana, entre varios otros, Carlos Loret, Victor Trujillo y Carmen Aristegui probaron el enojo presidencial. El primero por revelar el entramado que involucra a José Ramón López Beltrán. El segundo por colaborar con Loret. A Carmen por compartir la mencionada noticia y por darle espacio en su noticiero a Lorenzo Córdova, consejero presidente del INE. (Por lo visto, la guerra de López Obrador contra este Instituto y su afán por destruirlo impacta también contra quienes entienden la importancia de la autonomía del órgano constitucional.)
A estas alturas ya es notorio cómo las agresiones personales de AMLO en contra de Carlos Loret aparecen cada vez que este último lanza un reportaje: hemos visto los videos de los dineros de los hermanos de López Obrador, el de las 23 casas de Bartlett, el de las casas y terreno de Irma Eréndira y ahora al respecto de las casas en Houston.
Las descalificaciones se han basado en utilizar malas palabras, intentos por desacreditarlos, maromas electrificantes, pero nunca se ha mostrado evidencia de que lo expuesto por los periodistas no sea cierto o no esté justificado.
¿Derecho de réplica o insulto?
Una plétora de adjetivos y formas de destruir la reputación y la credibilidad de los periodistas se da prácticamente a diario y es lo que debe parar, pues una cosa es tener derecho de réplica —como define Presidencia el ataque sistemático hacia los periodistas— y otra que se insulte a los mismos.
El insulto tiene el objetivo de descalificar, no de contraargumentar.
El común denominador de estos ataques es no aceptar que el trabajo de los periodistas, especialmente los de investigación —e independientemente de quien financia las fuentes de su información— no resulta amable para el poder en turno. Sin duda el trabajo de los periodistas no es aplaudir al gobernante: es señalar sus yerros y puede resultar antipático para quien debe leer la crítica o la verdad en sus escritos.
Sin embargo, ello no es razón para que el presidente fustigue a sus detractores y etiquete a ciertos periodistas como ‘bloque opositor’.
De hecho, hay algunos de ellos —como es el caso de Brozo— que toda su vida han criticado al poder. Tampoco es culpa de Aristegui haber confiado en que López Obrador sería un buen presidente y haberle abierto los micrófonos cuando consideró que lo atacaban de forma injusta.
No ha entendido nada
A un periodista no se le puede tratar bien o mal de acuerdo a lo que informa, el porqué informa (las motivaciones) ni a por orden de quién informa (los financiamientos). La responsabilidad del ejecutivo federal es una y solo una: darle garantías suficientes para que pueda hacer su trabajo.
Tiene razón Carmen Aristegui al decir que es lamentable que el presidente use su poder para destruir reputaciones. Coincide con Víctor Trujillo cuando dijo que él conocía al candidato, no al presidente, “quien se arrodilló ante la verdadera mafia” para ocupar Palacio Nacional.
El trabajo de los periodistas es importante en el control del poder y de quienes lo ejercen. Ayudan al diálogo, enriquecen el debate y comprueban la veracidad de los dichos y los hechos de los gobernantes.
López Obrador no ha entendido la labor de los periodistas e insiste en denigrarlos desde la mañanera. No le corresponde a él emitir juicio sobre la veracidad de la información, menos aún sobre la calidad moral de los reporteros.
La Cuarta Transformación será considerada como un movimiento donde la libertad de expresión poco o nada importó. Ese será uno de los legados históricos. AMLO será recordado como el presidente que durante su mandato tuvo el mayor número de periodistas asesinados. Y con fines de recuento histórico, no le servirá culpar de este hecho al neoliberalismo, a la mafia del poder, a los periodistas mismos.
Ni todas las cortinas de humo —eso, y no otra cosa, son los ataques del presidente vertidos en contra de periodistas— serán suficientes para ocultar una realidad que deja muy mal parado a este jefe de Estado.
Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero