En estas horas aciagas en donde en Medio Oriente y concretamente en la tierra de Palestina, la vida de adultos, ancianos, mujeres y niños ha perdido todo valor humano y se usa como trofeo de estrategias militares o paramilitares exitosas, allí en donde hoy el gobierno y el ejército de Israel han desoído un clamor mundial para no entrar a masacrar civiles indefensos en la más brutal y criminal expresión del terrorismo de Estado en la tierra de Palestina, llámese Franja de Gaza o Cisjordania, y ante el cuasi silencio y la inacción de las “potencias democráticas occidentales”, considero conveniente traer a la memoria colectiva la figura, lucha y visión del más grande líder contemporáneo (afortunadamente hubo más de su misma talla, antes del fatídico 1948, año de la creación a sangre y fuego, del Estado de Israel, y aún después durante la larga lucha del pueblo palestino), Yasir Arafat, su pasión por su tierra y su pueblo que le costaron la vida.
Probablemente su liderazgo, torpedeado por todos los enemigos abiertos y embozados de la causa palestina, pero también, por propios (gobiernos y movimientos del mundo árabe) y extraños (el sionismo militante) y la debilidad de los apoyos occidentales para consumar el Estado Palestino, independiente y soberano en las tierras históricas de la Palestina ocupada, se debió a que la evolución de su pensamiento fue notable, su inteligencia y el gran liderazgo y el amor que le tenía el pueblo palestino, le daban una autoridad mayúscula con la que podría haber obtenido un acuerdo definitivo para afrontar con la política, el grave problema Israel- Palestina, pero su ferviente vida entregada a una causa fue cruelmente cegada por la larga mano asesina de un servicio de inteligencia o de un grupo sionista o alguien más, que deseaba prolongar para siempre la masacre de su pueblo hasta su práctica extinción del planeta y la geografía política y demográfica.
Si en la fecha de su muerte (noviembre, 2004) no se apreció el inmenso valor político e ideológico de su liderazgo, de la evolución de su pensamiento político sobre la problemática histórica, hoy considero, se levanta gigantesco sobre las montañas de cadáveres y la tierra arrasada de su pueblo. Al igual que la poderosa y ejemplar figura, con una clara evolución política también del ex primer ministro israelí antes secretario de guerra del Estado de Israel, Yitzak Rabin, a quien muchos en el mundo judío, occidental y musulmán, incluido el presidente Bill Clinton despidieron con lágrimas en los ojos diciendo “adiós, amigo”.
Ambos, Arafat y Rabin, fueron designados ese año de la firma de los Acuerdos de Oslo, “Premios Nobel de la Paz”. Legítimo tributo al esfuerzo en pro de sus pueblos, del humanismo de cualquier pensamiento político que ponga por delante el progreso de los pueblos. La vida de Yasir Arafat fue como ha dicho su biógrafa y último gran amor Isabel Pisano (2005) constituye la pasión de un líder por una causa histórica.
Por su parte Yasir Arafat dijo mediante una carta al primer ministro israelí Yitzak Rabin fechada el 9 de septiembre de 1993:
“La OLP reconoce el derecho del Estado de Israel a existir en paz y seguridad.
La OLP acepta las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La OLP se compromete al proceso de paz de Oriente Medio y a la resolución pacífica del conflicto entre las dos partes y declara que toda cuestión pendiente en relación al estatus final será resuelta a través de negociaciones.
Por consiguiente, la OLP renuncia el uso del terrorismo y otros actos de violencia y asumirá responsabilidad sobre todo elemento y personal de la OLP para asegurar su acato, evitar violaciones [a este compromiso] y castigar a los violadores (…) la OLP afirma que aquellos artículos de la Carta Nacional Palestina que nieguen el derecho de Israel a existir y aquellas provisiones de la Carta que sean inconsistente con los compromisos de esta carta so desde ahora inoperantes y carentes de validez. Por consecuencia, la OLP se compromete, en cuanto a la Carta Nacional Palestina, a submitir los cambios necesarios al Consejo Nacional Palestino para su aprobación.”
(https://www.marxists.org/espanol/arafat/1993/septiembre/09a)
Es importante consignar que a diferencia de lo que divulga la simplicidad, el ajuste en la filosofía de un pensamiento político, no expresa una debilidad, sino una fortaleza, cuando dicho cambio ajusta las estrategias y visiones para conseguir los mismos objetivos históricos, y el cambio se nutre de la nueva realidad, sin abandonar los principios fundamentales. Yitzak Rabin dijo en el último discurso que le costó la vida, “a Israel le conviene más la paz que la guerra”. Nunca pensó abandonar los objetivos de la seguridad y el desarrollo para Israel, pero concluyó que podían lograrse mediante un acuerdo de paz y no mediante la guerra perpetua.
¿Estaba capitulando Arafat? Considero que nunca, pero la realidad de un Estado de Israel, con el más poderoso ejército de Oriente Medio y dotado de arsenal nuclear para su defensa, y con cambios fundamentales en la política occidental hacia el mismo, por el gran cruce de negocios diversos con el país judío, que había logrado un desarrollo económico e industrial y agrícola importante, hacía totalmente inviable su desaparición física. El objetivo de “eliminar al Estado de Israel” resultaba anacrónico en forma absoluta, pero se mantenía la bandera histórica del derecho y la necesidad del Estado Palestino independiente y soberano que podía coexistir en un contexto de paz con el Estado de Israel.
Ello abrió el camino a los Acuerdos de Oslo, bajo el principio jurídico y político diplomático del “reconocimiento mutuo”. El estancamiento lógico que siguió a la firma de los Acuerdos de Oslo (1995), tras el asesinato de Yitzak Rabin, fue revertido tras una ardua actividad diplomática en la que tuvo participación destacada nuevamente Bill Clinton, hasta lograr el llamado “Acuerdo de Río Wye” del 23 de octubre de 1998, reunidos en el Aspen Institute Wye River Conference Centers, junto al río Wye, en Maryland, entre el líder de la ya constituida Autoridad Nacional Palestina (ANP) Yasir Arafat y el entonces primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, mediante un Memorándum de Entendimiento (por ello, muchos consideraron que no había logrado ser un verdadero Acuerdo, a diferencia de Oslo), en una muy compleja búsqueda de consenso, al grado que el entonces Presidente de EUA Bill Clinton solicitó la mediación del Rey Hussein, jefe del Estado de Jordania con gran cantidad de palestinos exiliados en su territorio, más palestinos históricamente asentados allí.
Mucho tiempo Israel insistió tramposamente en que no era necesario un “Estado Palestino” porque el mismo ya existía y era el del Reino de Jordania. La negociación en Maryland entonces se centró en los territorios ocupados por Israel ilegalmente, y a esta negociación los analistas internacionales más destacados la denominaron “territorios por paz”.
El Memorándum consignaba lo siguiente: a) la ANP intentaría controlar los ataques terroristas en Gaza y Cisjordania para lo cual habría una estrecha colaboración entre la policía israelí y la policía de la ANP; b) Israel cedería un 13% adicional de las tierras ocupadas al oeste del río Jordán (en Cisjordania) a cumplirse en tres etapas: noviembre y diciembre de 1998 y enero de 1999; c) Arafat se comprometió a eliminar de la Carta Palestina (programa político de la OLP) los artículos que instan a la destrucción del Estado de Israel; d) ambos se comprometieron a no regresar a la confrontación violenta. Arafat en su discurso final dijo” “Esta es la paz de la gente valiente”. (INFOBAE, octubre, 2023)
Todo ello ha volado en mil pedazos a partir del 7 de octubre de este año y mayormente en los días posteriores. La política y la diplomacia el talento de los negociadores, los auspicios mediadores de la presidencia de EUA entonces, la política murió y hoy hablan los bombardeos y las masacres, la ignominia y la muerte. Yasir Arafat está ligado a Palestina y al pueblo palestino como su “keffieh” que fue envenenada con plutonio para causarle la muerte. Una especie de turbante de cuadros blancos y negros que llevaba siempre en su cabeza como reconocimiento y homenaje a los beduinos más humildes del desierto (que usan esos colores) y que fue un símbolo de ello. Mohammad Abder Raouf Arafat al Qudwara al Husseini, luego llamado “Yasir” que significa “hombre condescendiente”, también llamado por sus correligionarios “Abu Ammar”, hijo de Zahoua Abu Saoud, dicen los biógrafos, descendiente del profeta Mahoma (Pisano: 2005, 30)
Los dos más destacados líderes anteriores a él en la OLP, Abu Yihad y Salah Khalaf, fueron asesinados en Túnez, en abril de 1988 y enero de 1991. Arafat fue el tercer líder asesinado. Al igual que Nada Yashorouti “el amor de su vida asesinada a tiros por el Mossad en la puerta de su casa, en el boulevard de Beirut, la capital del Líbano” en 2010 de acuerdo al trabajo de Isabel Pisano. Arafat llegó a ser en la gran mayoría de la prensa occidental “el innombrable” Tenía 19 años cuando fue fundado el Estado de Israel en diciembre de 1948.
La brutal represión del ejército colonialista inglés ante la “revuelta palestina de 1936″ por sus derechos y la autodeterminación en esas tierras, auguraba el futuro de la lucha sangrienta de todo un pueblo. La represión inglesa fue cambiada por la represión criminal de las nuevas autoridades judías cuando el ya primer ministro del nuevo Estado, David Ben Gurion ordenó expulsar a todos los árabes de las tierras de Ramlleh y de Lydda, la zona central de lo que es hoy Israel. Iniciaba el despertar de la pasión de un líder, por su tierra, por su pueblo, por la justicia que hasta hoy no ha llegado.