El Güero señala a Ebrard
Jorge El Güero Castañeda todo lo sabe o lo adivina. Su artículo de este lunes 16 de enero en Nexos es muy interesante porque da pistas para entender quién podría estar detrás de las acciones de sabotaje en el metro de la Ciudad de México.
La primera parte del texto del Güero Castañeda no es relevante. Supongo que quiso criticar a La Jornada al comprarla con los diarios oficiales del régimen castrista en Cuba, Granma, o de la desaparecida Unión Soviética, Pravda. Con respeto para un intelectual tan lucido, creo que su comparación es mala. En mi opinión, el diario mexicano de izquierda tan brillantemente dirigido por una periodista histórica, Carmen Lira, no puede ser considerado el periódico oficial de la 4T. Una cosa es que la mayor parte de quienes editan La Jornada coincidan ideológicamente con Andrés Manuel López Obrador, y otra muy distinta que lo apoyen en todo. No ocurre así y Castañeda lo sabe.
Tan lo sabe don Jorge Castañeda que comenta una portada de La Jornada, la del pasado jueves, crítica en relación a uno de los grandes eventos de AMLO, la cumbre de gobernantes de México, Estados Unidos y Canadá: “Junto con una foto de los dos visitantes y del presidente mexicano, La Jornada proclama en primera plana: ‘Solo compromisos vagos, resultado de la cumbre trilateral’. Se trata de una clara crítica, explícita y directa...”.
Para mí, esa sin duda es una crítica “explícita y directa” al presidente López Obrador. Pero, para Castañeda, la crítica “explícita y directa” la dirigió el periódico de izquierda al canciller Marcelo Ebrard, “el principal rival de Claudia Sheinbaum para la candidatura de Morena”.
Ya entrado en las metafísicas del tapadismo, don Jorge Castañeda concluye que “La Jornada claramente se ubica en contra de la postulación de Ebrard y a favor de la de Sheinbaum”. Y El Güero no se detiene ahí, sino se va mucho más lejos. Comenta una segunda portada del diario de izquierda, la del pasado viernes:
“Con una foto de una puerta del metro grafiteada y detrás de los vidrios un guardia nacional y un(a) policía del metro, y afirma: ‘Sabotaje en el metro’. No hay puntos de interrogación, no hay puntos suspensivos, no hay escepticismo. Se trata de una afirmación directa. Desde luego, se puede perfectamente creer que hay sabotaje en el metro y que los probables culpables son los ‘conservadores’, ‘reaccionarios’, ‘la derecha’, ‘los golpistas’, etcétera. Pero, si juntamos las dos portadas, podemos dar un salto ciertamente temerario, pero no por ello necesariamente equivocado.
Especulaciones de Jorge Castañeda
Después Jorge Castañeda se va directo y sin escalas a señalar al canciller como el principal sospechoso de estar detrás del sabotaje. Resulta clarísimo lo que dice El Güero el culpable es Ebrard. De que así lo dice con toda claridad el admirado intelectual, no hay duda de que así lo dice. Claro está, Jorge trata de convencernos de que su acusación contra Marcelo la hizo por La Jornada, lo que es falsa: en el periódico dirigido por Carmen Lira nadie dijo nada de eso. Castañeda es el único que lo ha expresado con todas sus letras, algo sabrá. Enseguida lo afirmado por El Güero, siempre muy bien informado:
“El sindicato del metro, dirigido por Fernando Espino desde hace una eternidad, ha tejido relaciones políticas cercanas con muchas figuras en México desde hace largos años. Entre ellas, desde luego, con quien fuera regente de la ciudad entre 1988 y 1994 —Manuel Camacho— y entre 2006 y 2012 —Marcelo Ebrard—. No falta mucho para que el enfrentamiento verbal entre el sindicato y las autoridades capitalinas de hoy pase a otra etapa. Y no sería descabellado, conociendo los vínculos del sindicato y la carrera política del canciller y de su antiguo mentor, para creer que La Jornada no solo considera que la visita de Biden y Trudeau fue un fracaso, sino que también cree que el innegable —según el diario— sabotaje en el metro es responsabilidad no de la derecha complotista, sino de las huestes del principal rival de Claudia Sheinbaum. A seguir con cuidado”.
Acusaciones de La Jornada
Para dejar de ser tan sospechosista, el gran Castañeda debería mejor ver las encuestas. En todas Claudia le gana a Marcelo, y sin necesidad de que su candidatura la fortalezcan los ataques vulgares que recibe a diario, como los del metro en el que evidentemente alguien se está pasando de perverso.
Además de abandonar el tapadismo morenista, El Güero debería ya trabajar para que su candidato presidencial, que no es un mal candidato, empiece a avanzar en las encuestas. Porque Santiago Creel será sin duda el corcholato destapado por el PAN a finales de este año, pero necesita ya alguna promoción. Y Jorge Castañeda es bueno para eso.
Analizo ahora la crisis de la ministra Yasmín Esquivel basado en varias convicciones personales:
Primera convicción. A la ministra Yasmín Esquivel Mossa la considero una mujer inteligente, honesta y trabajadora que se ha hecho a sí misma.
Segunda convicción. Cometió un error de juventud cuando estudiaba en la UNAM. Alguien la convenció de utilizar una tesis que no era suya. No es un pecado grave, por lo tanto deberíamos perdonarlo. Insisto en el bolero de Álvaro Carrillo: “Quien muere limpio no ha sido humano”. Y repito aquello de la Biblia: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. ¿Quién, entre las personas que tanto han cuestionado a la ministra Esquivel, puede tirar la primera piedra? Entre los y las columnistas que han insultado a Yasmín por su tesis, hay personas que han realizado plagios mucho más serios, y no en su juventud, como Denise Dresser, supuesta intelectual que ha robado la estructura de libros completos. De otros integrantes de la comentocracia conozco pecados gravísimos; no los mencionaré, no ahora, pero ellos saben lo que han hecho.
Tercera convicción. Yasmín Esquivel se equivocó al no aceptar su falta cuando Guillermo Sheridan la dio a conocer en un artículo. Debió haber reconocido que falló en su juventud e inmediatamente después debió haber pedido perdón. Esto le habría dado autoridad moral de sobra para enfrentar la crisis.
Cuarta convicción. La ministra Esquivel Mossa cometió una equivocación mayor al intentar demostrar que el plagio no existió. Sin duda le creí cuando lo dijo, pero después me quedó clarísimo que ella había faltado a la verdad, lo que le metió en un problema aún mayor. Lo hizo sin duda con un propósito absolutamente disculpable: intentar protegerse del terrible linchamiento que desde el año pasado sufre en redes sociales y medios de comunicación. Entiendo que su instinto la haya llevado a buscar defenderse con una mentira, pero no logró convencer a nadie. No me siento engañado por haber creído en lo que decía la ministra —todo lo contrario, estoy satisfecho por haber estado al lado de Yasmín en los momentos más complicados de su crisis—, pero sé de gente mucho muy molesta que también le creyó y dejó de hacerlo cuando la UNAM dijo que el plagio existió.
Quinta convicción. La UNAM terminará por quitarle a Yasmín Esquivel Mossa su título de licenciada en derecho. La pusilanimidad del rector Enrique Graue ya le está saliendo carísima a la principal universidad pública de México. Fue indecente de parte de Graue patear la pelota para ver si la Secretaría de Educación Pública castigaba a la ministra en la forma en que el rector no se atrevió. Pero no es la SEP la que da los títulos; estos los emite la casa de estudios. Debe subrayarse que Educación Pública solo los registra. Lo anterior ya está perfectamente claro, así que Enrique Graue no podrá seguir jugando al Tío Lolo esperando que la secretaria Leticia Ramírez lo saque del lío.
Sexta convicción. Que la UNAM le quite el título de licenciada en derecho no significará en automático la expulsión de la ministra Esquivel de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Me han explicado algunos juristas de primer nivel que un ministro solo puede ser obligado a dejar su cargo después de un juicio político en el congreso. Estamos muy lejos de algo así.
Séptima convicción. Yasmín no quiere renunciar a la corte suprema porque tiene la conciencia tranquila. Sus palabras son las una mujer valiente que enfrenta una injusticia. Y es que resulta injusto que a la ministra Esquivel se le golpee tanto por una falta de hace unos 40 años. “No tengo de que avergonzarme”, dijo la ministra. Entonces, no renunciará.
Octava convicción. Yasmín, además de pensar en sí misma, tendría que analizar si su escándalo daña a la corte suprema. Podría hacer varias cosas, desde encargar una encuesta hasta dialogar con la abogacía organizada que ha exigido su renuncia. También, como mujer osada que es, debería convocar a una reunión a la totalidad de ministros y ministras para dos cosas: (I) explicarlos por qué no tiene nada de qué avergonzarse y (II) preguntarles si piensan que ella avergüenza, o no, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Después de que sus compañeros y compañeras votaran acerca de si Yasmín debiera renunciar o no, la ministra tendría que obedecerles.
Novena convicción. A Yasmín Esquivel se le ha golpeado de más para dañar a AMLO, quien la propuso para llegar a la corte suprema. La ministra tendría que preguntarse si tiene derecho a ser utilizada por la oposición en su intentos de enlodar a Andrés Manuel López Obrador.
Décima convicción.
Aunque no les corresponda ni tengan facultades legales para ello, ministros y ministras tarde o temprano opinarán sobre Yasmín Esquivel. Tiene un límite la prudencia que han exhibido Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la SCJN, las ministras Margarita Ríos Farjat y Loretta Ortiz Ahlf y los ministros Alberto Pérez Dayán, Jorge Mario Pardo Rebolledo, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, Juan Luis Gonzáles Alcántara Carrancá , Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Javier Laynez Potisek y Luis María Aguilar Morales. El escándalo de la tesis obligará a estas personas a tomar una posición frente a la opinión pública. Desde luego, mientras más se tarde Yasmín Esquivel en hacer lo que espera de ella prácticamente todo el mundo, más duro será el juicio de la SCJN en su contra.