Yo no vi la Casa de los Famosos, pero por setenta días fui literalmente bombardeado de contenidos de ese “espectáculo de realidad” o Reality Show.

Desde los 15 años, con excepción de los partidos de los Pumas y mundiales de futbol, juegos olímpicos y noticieros, no veo televisión. De la Casa de los Famosos no vi un sólo programa, obvio tampoco la final, pero se quien ganó y cuáles fueron los “supuestos”pleitos. Esa es la nueva estrategia. Comunicación 360º los siete días de la semana. De las redes a los medios y de los medios a las redes.

Desde el primer día, en los programas de revista, en la prensa rosa de radio y TV, abrieron espacios para “informar” los pormenores de este programa. Los influenciadores ligados a Televisa y a los medios aliados, comentaron los hechos y atizaron la polémica todo el tiempo. En las redes sociales las pautas estuvieron a la orden del día. Por lo menos uno de cada diez “posteos” estuvieron relacionado con la Casa de los Famosos o alguno de sus protagonistas, ya sea cápsulas “informativas”, reportajes o memes.

¿Por qué este programa tuvo altos índices de audiencia y participación? Nada fue producto de la casualidad. Fue en toda la extensión de la palabra, un ejercicio de inducción y manipulación de masas. La misma receta de siempre, aumentada con el uso intensivo y estratégico de las redes sociales. Una estrategia que desde hace años se aplica en varios países, pero en México apenas llegó a la gran carpa de la televisión.

La Casa de los Famosos nada tiene que ver con el desarrollo de la cultura democrática o la tolerancia. Se trata de entretenimiento y audiencias. Son los intentos de Televisa por generar nuevos contenidos que les permitan recuperar algo de terreno perdido ante las nuevas plataformas digitales. Vuelven a postar por recuperar sus antiguas audiencias, no por contenidos de calidad.

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Como ocurre con la muñeca Barbie. No hay porque satanizar La Casa de los Famosos. Su fin es entretener, no educar o formar. No es terrible, pero tampoco útil. Al fin de cuentas, esta inducción resulta funcional al poder.

Desde la invención de la imprenta con tipos móviles hasta finales del siglo XIX, el libro fue el principal medio de cambio. Después los tiempos se aceleraron.  La primera mitad del siglo XX fue de los periódicos y la Radio. La segunda mitad del siglo XX fueron los años dorados de la televisión. En las primeras dos décadas del Siglo XXI es el turno de Internet y su amplia gama de plataformas y aplicaciones.

Del espectáculo televisivo pasamos a los enjambres de tendencias. No importa la razón, mucho menos la verdad, lo que importa es la generación intensa de contenidos efímeros y superficiales. De la modernidad liquida de la que habló Zygmunt Bauman a mediados del siglo XX, pasamos a la hipermodernidad gaseosa e intangible del Internet y la inteligencia artificial. Legiones y legiones de analfabetas digitales guiados por nuevas formas de manipulación e inducción. Eso fue la Casa de los Famosos. Eso pienso yo, ¿usted qué opina?