Los Premios de la Academia tienen mayores problemáticas que llevar a su celebración a un presidente que dirige a un gobierno infestado de nazis.
Dicen que la realidad es más extraña que la ficción y es verdad. Ni los cuentistas más legendarios, como Isaac Asimov, podrían haber imaginado un escenario como este.
En medio de una invasión “desnazificadora” por parte de las fuerzas armadas rusas, el presidente de Ucrania, Volódimir Zelenski, se encuentra en “pláticas” para aparecer en los Premios de la Academia de este 2022.
Poco ayudará a la imagen endeblemente manufacturada de Zelenski, quien enfrenta acusaciones de encontrarse en Polonia y no en Ucrania grabando montajes que ya envidiaría Loret de Mola, el abandonar la zona de guerra en que ha convertido a su país para pasearse con celebridades en Los Ángeles, California.
Por su parte, los Oscar se encuentran en su punto más bajo de la historia. Ante la monopolización del cine norteamericano por parte de un puñado de corporaciones que únicamente se dedican a hacer cintas enfocadas en secuelas, superhéroes y “propiedades intelectuales” reconocidas, los televidentes han optado por simplemente ver otra cosa.
De cierta manera, Zelenski es el asistente perfecto para los Premios de la Academia: un personaje vacío para una maquinaría caduca y vacía. Aún así, se trataría de puro show. Patadas de ahogado. Un circo sin pan.