Irreverente

Trayecto de Bocas del Toro a ciudad de Panamá.-

Les platico:

Antes de hablar, los chinos aprenden a contar.

Difícilmente hay una provincia, una ciudad, un corregimiento, un barrio en Panamá donde no haya una tienda de los chinitos, como aquí les llaman.

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Es más, casi todos los países tienen su propio Chinatown.

Son feroces emprendedores por naturaleza; aspiracionistas naturales, porque apenas abren una tienda, ya están echándole el ojo al terreno del frente o al de la esquina e incluso al de al lado.

Ellos no ven; escanean

Los chinos, como todos los orientales, no ven; escanean, a través de sus ojos rasgados.

Tengo muy buenos amigos en las comunidades asiáticas entre las cuales he vivido, desde mi primera vez en el Japón de 1999.

Incluso un vecino mío en San Pedro Garza García, Mr. Kim, como le llamo de cariño, es alto directivo en KIA, de Pesquería.

Llevado por esa confianza, un día se morían de la risa él y su esposa al bromearles con esto:

Cuando un asiático hace reverencias al saludar, en realidad están escaneando de arriba a abajo a su interlocutor.

Los panameños

Me arriesgo a que mis amigos panameños se vayan a enojar cuando lean lo siguiente.

Entre paréntesis, me vale, porque se los he dicho en su cara y a pesar de que son medios bravos, no me la han roto, todavía.

Por cierto, si los panameños son medio bravos, los peruanos son bravos completos, pero de eso les platicaré luego. Va lo de los panameños. ¡Arre!

En general -respetando honrosas excepciones- los veo zombificados, esto es, aletargados, con una pereza mental que los lleva a andar buscando a quien seguir.

Quizá esto se deba a que son un pueblo que ha sido conquistado a mansalva en tiempos donde ese fenómeno ya no se veía en este mundo: principios del siglo XX.

Bisagra del continente

Su envidiable posición geográfica ha tentado a españoles, franceses, norteamericanos, en ese orden, con el “pretexto” del Canal.

También ha sido objeto de una copiosísima “colonización” por parte de emigrados y sus descendientes del Líbano, pletórica en estos días: la zona libre o franca más importante del mundo: el puerto de Colón, en el Atlántico.

El comercio y la construcción en Panamá están en manos de chinos, judíos, libaneses y griegos, mayormente.

¿Y los panameños? Conformados en su calidad de empleados y proveedores de los primeros.

Panazuela

Desde la llegada de Hugo Chávez al poder y más aún a partir de que el ignorante gorila Nicolás Maduro lo sucedió, a una zona de aquí le llaman “Panazuela”.

Datos que obtuve de las autoridades migratorias refieren que hay en Panamá más de 500,000 venezolanos; casi la misma cantidad de colombianos y el resto hasta llegar a 2.5 millones son asiáticos, libaneses, norteamericanos, griegos, israelíes y de muchos otros países.

La población total de Panamá es de 4.8 millones, según su último censo.

Los holandeses voladores

Esto lo convierte en el segundo país más cosmopolita del mundo, después de Holanda, donde en Ámsterdam se habla el 70% de los idiomas conocidos.

Pero a diferencia del panameño, el holandés es volador en sus aspiraciones. De ahí viene la famosa canción que lleva tal nombre.

Anécdota final

Cierta amiga de origen libanés se casó con un panameño.

Ella es ciudadana norteamericana y su tercer pasaporte es mexicano.

Después de cinco hijos, terminó con su primer matrimonio y hoy está felizmente casada con un mexicano.

En una reunión le oí decir:

“No me arrepiento de haberme divorciado. Me arrepiento de haberme casado con mi primer marido porque no les di a mis cinco hijos un mejor padre”.

CAJÓN DEL SASTRE PANAMEÑO

“Igual de zombificados que muchos panameños están los mexicanos que siguen y apoyan a ciegas a López Obrador, pero eso, es otra historia”, remata la irreverente de mi Gaby.