El divulgador de la historia, sobre todo de lo que hoy es México, y especializado en la época de la mal llamada conquista, que en realidad fue un auténtico CHOQUE DE DOS MUNDOS, ha ya caído en una mecánica tendenciosa, de marcada imparcialidad en favor de los europeos, de aquellos entonces y circunstancias sobre los Estados/Nación (una auténtica civilización, se diga lo que se diga o se deje de decir) de lo que hoy tienen bien los historiadores en llamar Mesoamérica.
Y para muestra solo, en este texto, daré un ejemplo acompañado de una comparativa: el señor Juan Miguel Zunzunegui se ha puesto a dar cifras, con una nueva exactitud que nada le pide al reloj atómico de Londres, en cuánto a NÚMEROS PRECISOS de las personas que eran víctimas de sacrificios humanos, que lo eran por guerras, sí, de conquista y otros motivos, principalmente los relacionados a la religión.
Afirma Zunzunegui, con un desparpajo que apantalla a los más tontos, que no es su caso porque encontró su nicho de mercado y también su táctica de vender volumen (ingenuos y tontos los hay por millones) que los muertos, solo los provocados por los de la metrópoli de imperio mexica, Tenochtitlan, fueron muchos más que los del total de la Revolución francesa y su famosa guillotina.
¿Con que elementos y en que fuentes se basa? Y no es tampoco por defender a uno u otro bando, porque en todas las guerras todos los bandos son víctimas y victimarios y padecen e infringen los mayores horrores posibles, bajo las circunstancias que sean. No menciona, o no he escuchado a este historiador, divulgar sobre la carnicería que durante siglos provocó, por sucia ambición a la riqueza y al poder político, la iglesia católica, apostólica y romana, desde las cruzadas, hasta la santa inquisición y la llegada misma a las Américas y su “misión divina, evangelizadora y cristiana”, por no mencionar el secuestro que tuvieron hacer, durante siglos, del conocimiento científico y llevó a buena parte del mundo al oscurantismo.
Zunzunegui cae y arrastra a los menos avispados (tristemente, en México, una buena mayoría) a una suerte de serie de leyendas urbanas, dado la exactitud de sus cifras, que ni en sueños se tienen hoy, por ejemplo, en el área de seguridad pública del Estado mexicano, y me es inevitable reflexionar acerca de esa manía del ser humano de pretender dar, a como dé lugar, las versiones y/o leyendas con más espectacular y escandaloso horror, así sean inexactas, por decir lo menos.
Y me permito dar un pequeño ejemplo, por lo cercano en el tiempo y espacio para mí, que es el que durante el Huracán Otis, en una torre muy grande de departamentos, que se puede ver desde todo Acapulco, por su imponente altura, llamada La Fortaleza (debido al terreno y edificio mismo), que versa la extendida leyenda urbana, más falsa que una moneda de $4 pesos mexicanos actuales, de que de esos departamentos salieron volando por los aires cualquier cantidad de seres humanos que ahí vivían, decapitados los más, lo cuál es tan inexacto que simplemente ahí sólo vivían cuatro familias, los demás lo eran de otras ciudades y ocupadas solo en puentes vacacionales y en temporada alta turística, y donde no hubo (afortunadamente y a pesar de los imponentes daños materiales que sufrió la torre) UNA sola víctima mortal, ya que tuvieron a bien ponerse a resguardo seguro, en las partes bajas de dicha edificación.
Así pues, ni números exactos en lo referente a la cantidad de sacrificios humanos en la era prehispánica mesoamericana (¿qué tal si hasta fueron más?) ni decapitados voladores en La Fortaleza durante el huracán Otis en Acapulco, ¿no le parece algo, lo mínimamente prudente?, al tiempo que sugeriría leer al respecto más a un Miguel León Portilla y/o un Matos Moctezuma, que creer a pie de juntillas las versiones detalladas y oníricas del señor Juan Miguel Zunzunegui.