Entiendo lo que dicen mis amigos y familiares de Monterrey:
que el Gobierno Federal debe actuar con mayor prontitud y eficacia para reparar
los daños causados por la tormenta "Alex". Pero lo que no puede negar ningún
regiomontano es que en esta crisis no han aparecido ni sus liderazgos políticos
ni, mucho menos, sus liderazgos empresariales. A nadie sorprende la
ineficiencia de un político como el Gobernador Rodrigo Medina. Lo que sí no
esperábamos muchos era ver a los hombres y las mujeres de negocios de Monterrey
tan echados para atrás, más que inmóviles, retrocediendo, asustados, sin
iniciativa e inclusive sin ganas de encabezar la reconstrucción de Monterrey.
No tengo duda de que la sociedad regiomontana está sufriendo de más porque no
cuenta en estos momentos con un solo personaje, ya no digamos de la altura del
chilango Carlos Slim, sino al menos con la mitad de su talento y arrojo.
Monterrey no tiene un "Carlos Slim".
En otros tiempos, es perfectamente sabido, hubo empresarios
regiomontanos con liderazgo y visión para entrarle de frente a los grandes
problemas de su comunidad. Ya no los hay. Lorenzo Zambrano está tan ocupado
buscando cómo pagar las deudas de Cemex, que no tiene tiempo para voltear a ver
las calles y las casas destruidas. La familia que controla el Grupo Alfa está
tan angustiada ante la posibilidad de que uno de sus miembros sea llevado a
juicio por la PGR (Mauricio Fernández, el Alcalde de San Pedro), que ha puesto
en planos muy secundarios la reconstrucción de la ciudad. El Presidente de
Femsa, José Antonio Fernández, feliz todavía por haber vendido a holandeses la
cervecería Cuauhtemoc, no está dispuesto a empañar su alegría ocupándose de los
problemas de una metrópoli en la que éste poblano no nació, y que por lo mismo
no siente suya (sí es de él una gran compañía que no fundó y a la que llegó por
la vía legítima del matrimonio). Los Sada de Vitro están quebrados. Desde hace
décadas la Fundidora es un parque y hoy se le recuerda porque ahí empezaron su
hazaña los niños beisbolistas de la película "El Juego Perfecto". De la
grandeza empresarial de Monterrey no queda nada.
Tanto que nos critican los regiomontanos a los chilangos
porque ellos son los emprendedores, dicen, y nosotros los "privilegiados" del
centro. Pero en el D.F. tenemos a Slim, que creció, si no estoy mal informada,
en la colonia Polanco y se educó en la UNAM. Que no nació pobre, pero tampoco
heredó un imperio. Que no se achicó cuando vinieron todas las telefónicas del
mundo a competirle (las hizo pedazos aquí y por eso no lo han dejado entrar a
Estados Unidos). Que a pesar de las evidentes diferencias ideológicas, colaboró
cuando tuvo que hacerlo con el izquierdista Andrés Manuel López Obrador en el
rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México que hoy da gusto recorrer.
Que financia una Fundación cuyos logros no pueden ser ignorados por nadie, ni
siquiera por sus enemigos ideológicos o por sus rivales empresariales.
Segura estoy de que si aquí en el D.F. se presentara una
desgracia como la de Monterrey, no sólo vería a Carlos Slim, a diferencia de
sus colegas regiomontanos encabezando esquemas oportunos de reconstrucción,
sino que lo vería también, a pesar de su edad, entre los escombros tendiendo la
mano a la gente.
He escrito esto nada más para destacar el hecho de que está
bien de que Monterrey pida o exija que el Gobierno Federal se ponga las pilas.
Estaría mejor que los propios regiomontanos se las pusieran también.