El Estado no debe inmiscuirse en la doctrina de confesiones religiosas, y debe garantizar el derecho de ciudadanos a tener sus propias creencias y manifestarlas en público o en privado, dijo el obispo auxiliar, Enrique Sánchez Martínez.En su Episcopeo, explicó que un laicismo sano, como lo reconoce la doctrina de la Iglesia católica, se entiende como la separación entre el Estado y la Iglesia o confesión religiosa."Esto no significa que la sociedad y la política sean totalmente ajenas a la religión cristiana, que no tengan nada que ver con ella". La sociedad necesita a la religión para mantener un nivel de laicismo sano", expuso.Señaló que actualmente se tiende a considerar el laicismo como neutralidad del espacio público respecto de los absolutos religiosos, como lo son: dignidad de la persona humana y sus derechos, el bien común y el destino universal de los bienes.Asimismo, la subsidiariedad, la participación, la solidaridad, la caridad; además los valores fundamentales de la vida social: la libertad, la justicia, la verdad, la paz.Por este motivo, precisó que el político católico no puede admitir ni colaborar con el laicismo entendido como neutralidad, porque desarrollará una nueva razón del Estado que, perjudicando la religión, se hará daño también a sí mismo.