La cantidad de alimentos y estímulos a los que estamos expuestos en este mundo moderno es tan grande, que no es para nada sorprendente el hecho de que una gran parte de las personas tengan alergia, intolerancia o sensibilidad extrema a por lo menos una de las cosas con las que convive.

Sin embargo, hay que reconocer que algunas resultan demasiado extrañas e incluso un tanto (o muy) inverosímiles. Por ejemplo, la mujer de 70 años originaria de Inglaterra y residente de España que afirma ser alérgica al Wi-Fi y a las supuestas radiaciones emitidas por los módems. ¡No, no es broma!

Todo comenzó hace 6 años cuando Rosi Gladwell tuvo un mal día y se sentía debilitada; entonces decidió apagar el Wi-Fi de su casa, al igual que todos los teléfonos celulares en el lugar. Un rato después comenzó a sentirse mejor y fue así que se diagnosticó a sí misma como alérgica a los campos electromagnéticos.

Desde entonces ha modificado diversos aspectos de su vida, pues asegura que la exposición en lugares donde hay rede Wi-Fi la debilita, le causa dolores de cabeza e insomnio. Ahora vive en una casa de campo junto a su esposo y tienen la intención de evitar al máximo visitar ciudades.

En su día a día carga con un detector de radiación portátil y si, por ejemplo, quiere sentarse a tomar un café, busca con paciencia la mesa que reporte los índices más bajos. Para dormir utiliza una sábana y una especie de bolsa con hijos de playa y cobre que tiene un costo aproximado de 10 mil pesos (400 libras); esta misma la lleva cuando viaja en tren o por distancias largas. 

Rosi incluso ha expresado su preocupación ante la inminente lladada de la tecnología 5G, pues está convencida de que los síntomas se agravarán y podría perder la vida por ello. 

De acuerdo con Alejandro Úbeda, jefe del servicio de Bioelectromagnética, del Hospital Universitario Ramón y Cajal, alrededor del 5% de la población juvenil y adulta podría estar teniendo síntomas relacionados con la electrohipersensibilidad, también “Alergia al Wi-Fi”, lo cual no es preciso, pues la intolerancia no contempla sólo esta clase de señales.

Este posible padecimiento aún no cuenta con evidencias suficientes que lo cataloguen como una enfermedad o confirmen la relación entre los síntomas y las ondas electromagnéticas; por lo tanto, la Organización Mundial de la Salud no la reconoce entre sus manuales y listados.

A pesar de lo anterior, en diversas partes del mundo (sobre todo en Europa) ya existen organizaciones y fundaciones dedicadas a ayudar a las personas que podrían estar siendo afectadas por este problema y que muchas veces necesitan aislarse y literalmente ir a un lugar desconectado.