Parece que las campañas presidenciales rumbo a las elecciones del próximo 2 de junio se tratan sobre quién será la candidata más populista.

El caso de Claudia Sheinbaum es bien conocido. En tanto que hija política de AMLO y heredera de la autoproclamada 4T, ha tenido que reproducir los dichos, eslóganes y promesas de campaña del tabasqueño. Y lo hace bien, pues sabe de antemano que la popularidad del jefe del Estado, sumado al éxito del discurso lopezobradorista, aumentan, por ahora, las posibilidades de triunfo.

Son igualmente populistas las propuesta de reformas constitucionales presentadas por el presidente. ¿Qué más populista que consagrar a nivel constitucional los derechos a los programas sociales?

El problema no yace, empero, en que la política social esté plasmada en la Carta Magna, sino que el gobierno cuente con los recursos para materializar lo que fue inscrito en la Constitución sin provocar daños irreparables a las finanzas públicas.

Y seguramente la inscripción de los derechos sociales en la Carta Magna no es lo más dramático, sino aquellas propuestas relacionadas con el Poder Judicial y con el desmantelamiento de la democracia liberal. Todo dependerá, al final, de que Morena no alcance las deseadas dos terceras partes del Congreso federal.

En materia de propuestas de corte populista, Xóchitl Gálvez no se ha quedado atrás. En días recientes ha circulado un spot televisivo en el que la candidata del Frente promete otorgar una “tarjeta” que servirá para que los mexicanos busquen atención gratuita en centros de salud públicos y privados.

¿En serio, Xóchitl? ¿Pretendes hacer creer que el gobierno pagará por servicios médicos privados? ¿No sería más honesto prometer el regreso del Seguro Popular y el fortalecimiento del sector público? ¿O hablar sobre el incremento en términos porcentuales de la inversión del Estado en hospitales públicos, clínicas y medicamentos?

La estrategia de la candidata panista es bien clara. Por un lado, sabedora de la crisis legada por el gobierno de AMLO en el sector salud, busca ganar voluntades con la promesa de un cambio en la materia; y por el otro, pretende reproducir el discurso populista de sus rivales con el eslogan de resolver problemas complejos con soluciones sencillas y prácticas.

En todo caso, los mensajes de campaña de Claudia y Xóchitl comparten rasgos. Ambas han optado por las recetas atractivas y fáciles de “digerir” para los votantes.

Los debates servirán –esperamos– para que las candidatas profundicen en las propuestas, marquen sus diferencias, se desmarquen entre ellas y comuniquen seriamente cómo podrán hacer realidad unas promesas que, en una primera escucha, suenan irrealizables, y si quiere, falsarias.