Descubrir a Chéjov

Lo más normal es que el nuevo lector de Antón Chéjov (29 de enero de 1860 -Taganrog, Rusia-; 15 de julio de 1904 -Badenweiler, Baden, Alemania), por ampliamente difundidos, lea primero sus cuentos. Me pienso afortunado por haber conocido antes su teatro. Fue una conmoción fría y dramática, moderna, contemporánea y clásica, distante pero íntima, poética, leer como estudiante universitario de teatro La gaviota, en versión publicada por la UNAM en 1983 (segunda reimpresión), salida originalmente en 1973; traducción de Lydia Kuper, de 1946. El impacto fue brutal pero artístico o artístico pero brutal. Abrumador. De una vez y para siempre. Después siguieron, El jardín de los cerezos, La dama del perrito y muchos cuentos y novelas cortas; esencialmente, en ediciones de Porrúa.

Y fue impactante tanto del lado de la inteligencia como del sensible, pues formaba yo parte del taller de teatro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y la sensibilidad y la razón (en ese orden) se abrían paso bajo la enseñanza y guía de Ramiro García, actor egresado del Centro Universitario de Teatro (sorpresivo en su momento por haber sustituido a un indisciplinado Juan José Gurrola en Martirio de Morelos, de Vicente Leñero, dirigida por Luis de Tavira en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario), que nos entrenaba en la escuela de Konstantin Stanislavski, fundador del Teatro de Arte de Moscú en 1897 junto con Vladímir Ivánovich Nemiróvich-Dánchenko, espacio en que Chéjov encontraría el lugar “natural” para su dramaturgia de ruptura. Y también el amor, pues sería pareja y esposo de Olga Knipper, una de las principales actrices del grupo que de hecho reestrenó La gaviota en el papel estelar de Arkádina. A ellos uniría su genio, no sin polémica, ante los planteamientos de los líderes del grupo teatral.

Mientras realizaba el taller y participaba en las puestas escénicas de Esperando al zurdo, de Clifford Odets, Un enemigo del pueblo, de Henri Ibsen, y La Atlántida, de Óscar Villegas, entre otras, leía con emoción a Chéjov. Y algún día surgió el deseo de conocer más sobre el autor, el personaje, el hombre, el ser humano que falleció joven, de tuberculosis a los 44 años; muerte cruel, injusta para un genio, dolorosa, si es permitido decirse (Mozart, Pushkin, Revueltas…; ¡cuántas muertes jóvenes!).

Olga y Antón en su luna de miel en 1901

Estructura de su obra

A. Aunque en mi caso el impacto primero fue a consecuencia de su teatro, en términos cronológicos la obra de Chéjov se estructura primero por el cuento breve. Casi a la par empieza a desarrollar un teatro temprano igualmente corto y de aire humorístico –de acuerdo a Vladimir Nabokov, “lo que más escribía eran pequeños cuadros humorísticos que firmaba con distintos pseudónimos, reservando su verdadera firma para los artículos de medicina”; signaba sobretodo como Antosha Chejonté-, obras experimentales en un acto; como Sobre el daño que produce el tabaco, de 1886 (que revisaría hacia su muerte), eco de las obras que escribía de adolescente para escenificar con sus hermanos. Por su parte, Natalia Ginzburg señala que los cuentos encargados ya desde otoño de 1882 por la revista humorística Astillas, “debían ser breves, ligeros y cómicos, tener en cuenta la censura y evitar toda referencia a la dureza de los tiempos”; contenían ilustraciones de su hermano Nikolái. Un ejemplo magnífico es “Apellido de caballo”, de 1885.

Chéjov ganaría 8 kopeks por línea –había pasado de cinco en La Libélula a seis en El Despertador y El Espectador, y más adelante llegaría a 12 en Tiempo Nuevo, de Aléksei Suvorin, su principal editor en el futuro-, pero hizo N. A. Leikin, director de la revista de San Petersburgo, dos peticiones, registra Ginzburg; “poder escribir relatos más largos, cosa que se le permitió, y poder redactar algún cuento que no fuera cómico, cosa que también le fue concedida. Leikin manifestó algunas dudas. Sin embargo, los lectores amaban esos cuentos y, estuvieran como estuviesen, los recibían con alegría. De esa manera, Chéjov tuvo al fin el poder de combinar, en algunas ocasiones, la comicidad con la melancolía, y a los rasgos que provocaban sonrisas, sumarles la emoción, la piedad y el dolor. Desde que comenzara a escribir, tuvo por fin la libertad de abandonar la única fuente de la que le habían permitido surtirse, el humor cómico, así como la visión limitada y esquemática de la existencia. Ahora bien, si en los cuentos cómicos la risa nacía junto con un frío estremecimiento, en los cuentos más serios la emoción y el dolor nacían de una atmósfera inclemente y fría, que cortaba la respiración, como el aire cuando nieva. Y si el lector derramaba alguna que otra lágrima, el escritor tenía siempre los ojos secos. Además, los personajes de sus cuentos ofrecían sin cesar comentarios, juicios, observaciones, opiniones. El escritor no ofrecía comentario alguno. No daba la razón a nadie ni se la quitaba. Así era Chéjov en sus primeros relatos y así fue en los últimos. Un escritor que nunca hacía comentarios.”.

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B. Después viene la novela corta o cuento largo; depende de la interpretación. Por ejemplo, Historia de mi vida, La sala número seis, En el barranco, Campesinos, Una historia aburrida o La estepa.

C. Posteriormente, el gran teatro con un cuerpo de cinco obras destacadas y un antecedente de importancia, Ivánov (1887; se representó en el Teatro Korsh de Moscú en noviembre de ese año y hasta 1889 con gran éxito en San Petersburgo), que prefigura a La gaviota y su espíritu (estrenada como fracaso en 1896 y reestrenada por Stanislavski en 1898 con resonante y trascendente éxito), y lo que vendría a partir de ella, Tío Vania (1899; estrenada en 1900, dirigida también por Stanislavski; en realidad, se trataba de la reescritura de El espíritu de los bosques, escrita en otoño de 1899 y estrenada en el teatro Abrámov de Moscú sin éxito), Las tres hermanas (1900), y la última obra teatral, El jardín de los cerezos (1904); ya en plena gloria de un autor moribundo. Una obra originalmente sin título conformada de cuatro actos, con fecha de 1880, fue encontrada en versión primigenia (el autor la había destruido), y publicada en 1923, sería acaso el primer intento teatral “serio” pero fallido de Chéjov en medio de los cuentos cortos y la dramaturgia breve también; actualmente se le conoce como Platónov.

D. Ese cuerpo literario se enriqueció a partir de la muerte de Chéjov por su correspondencia con diversos personajes como su novia y esposa Olga Knipper (1899-1904), León Tolstoi, Máximo Gorki, sus hermanos, su editor Suvorin, entre otros.

E. La Isla de Sajalín es un capítulo aparte. Resultado de su viaje en 1890 a esa remota geografía, ensayo empírico, científico, pero sin duda con asomos del aliento literario del autor. Cuando su editor decidió incorporarlo dentro de la publicación de su obra completa, Chéjov lo rechazó; fue convencido, pero demandó que se publicara en un volumen por separado.

Chéjov lee La gaviota a los actores del Teatro de Arte de Moscú; 1896.

Estudios y referencias

Durante el tiempo universitario tuve acceso sólo a estudios publicados en México sobre Chéjov y su obra. Prólogos, textos introductorios, notas y presentaciones de obras. Actualmente, además de los estudios literarios, existe material en internet, artículos, breves ensayos, conferencias y lecturas. Entre el material “mexicano” disponible a partir de los 70′s del XX, cito los siguientes:

Miguel Guardia. Prólogo a La gaviota y El jardín de los cerezos; UNAM, 1983 (primera edición, 1973); traducción de Lydia Kuper, Ediciones en Lenguas Extranjeras, URSS, 1946.

Juan López-Morillas. Nota Preliminar (y traductor) a Ivánov, La gaviota y Tío Vania; Alianza Editorial, 1990, edición tomada de la obra completa de Chejov, Moscú, 1960-1964.

Marc Slonim. Prólogo a Novelas cortas de Chéjov, publicado por Porrúa, 1999 (primera edición, 1993).

Rafael David Juárez Oñate. Prólogo a Cuentos, de Chéjov; Editores Mexicanos Unidos, 1999.

Somerset Maugham. Prólogo a Cuentos escogidos de Chévoj, publicado por Porrúa en 1983. Magnífico ensayo original de 1939.

A los anteriores, hay que incorporar los trabajos y perspectivas de Natalia Ginzburg, Irène Némirovsky, Enrique Salgado Gómez, Donald Rayfield, Harold Bloom, Kazimierz Waliszewski, entre otros. Y en particular, a Vladimir Nabokov, en su carácter de gran crítico de la literatura rusa alimentado asimismo por el aliento de la creación (aunque debió esperar hasta 1958 el triunfo de Lolita). Y ratificar una frase a la que uno ha arribado incluso antes de leer al autor de Lolita: “Chéjov es, junto con Pushkin, el escritor más puro que ha dado Rusia, en el sentido de la armonía completa que comunican sus escritos”.

La aportación de Nabokov con su Curso de la literatura rusa (1981; traducción de María Luisa Balseiro y edición de Fredson Bowers), en que analiza a Gógol, Turguéniev, Dostoievski, Tolstoi, Chéjov y Gorki, resulta esencial. Se trata de la reunión y reconstrucción de las clases impartidas en Wellesley College y Cornell University, en Estados Unidos, a partir de 1941 y 1948, respectivamente. Su proceder es simple: ofrece elementos biográficos del autor particular de que trate y posteriormente analiza algunas obras escogidas o de preferencia. Afirma Nabokov que ya en 1940, antes de iniciar su vida académica en Estados Unidos, había escrito unas cien lecciones, aproximadamente 2000 mil páginas sobre la literatura rusa, lo que sirvió de base para su profesorado y, posteriormente, para la conformación del gran libro crítico ya referido.

En el caso de Chéjov resulta muy relevante la sintética, específica y clara semblanza biográfica que ofrece –incluso, más encomiástica que el análisis particular de las obras elegidas: La dama del perrito, En el barranco y La gaviota-, porque fue uno de los primeros estudiosos del personaje; junto con Somerset Maugham y Natalia Ginzburg. A partir de ellos se puede establecer el itinerario biográfico de Chéjov sin la duda y el extravío, sobre todo a lo que corresponde a los años anteriores al éxito literario. A partir de este, Nabokov es contundente, pues señala sobre las dos primeras colecciones, Cuentos variopintos y En el crepúsculo, aparecidas en 1886 y 1887: “inmediatamente fueron aclamadas por el público. A partir de entonces se le contó entre los escritores de primera fila, pudo publicar sus relatos en las mejores revistas, y abandonar la carrera médica para consagrar todo su tiempo a la literatura”. Es cuando Chéjov comienza a conquistar el olimpo en ese arco retrospectivo que viaja de él a Alexander Pushkin. Un periodo de apenas 80 años de gloria para las letras rusas y universales.

Final y recientemente (por cuanto a este texto concierne), Víctor Gallego Ballestero hace una importante contribución con la traducción y el estudio introductorio a La Isla de Sajalín; Editor Digital Titivillus, 02-03-16. Para la traducción se utilizó la edición de Obras Completas en dieciocho tomos publicada en Moscú por la editorial Nauka en 1987, que reproduce el texto de la edición de A. F. Marx de 1902, establecido y revisado por el autor. Título original, Ostrov Sajalin.

Sin duda, la edición de “obras completas” de Chéjov en España tiene buenos estudios introductorios; aunque no exhaustivos, pues lo importante es la obra. Obras completas avaladas por el autor siendo consciente, como médico, de la brevedad de su existencia, sí, pero también por el escritor de éxito y fama que era y podía permitirse ese lujo apenas cumplidos los 40 años de edad.

Isla de Sajalín

La Isla de Sajalín

“El 5 de julio de 1890 llegué en barco a la ciudad de Nikoláievsk” (extremo oriental de Rusia), apunta Antón Chéjov en La Isla de Sajalín (donde pisaría tierra el 11), especie de crónica cruzada por la mirada objetiva y la práctica empírica del médico, del científico y la pluma no del trotamundos sino de quien abraza una casi fantástica aventura y la registra; casi porque, a pesar de extraordinaria, es real, auténtica. Y no obstante su índole de género, no dejan de asomarse por aquí y allá los bellos destellos del poeta que ha llegado a ser a sus treinta años. Trabajo que, por cierto, pensó como medio para titularse de médico, pero fue rechazado. Y quiso dejarlo fuera de las obras completas referidas, por considerarlo un producto no literario, mas cedió a la insistencia del editor.

Recién había cumplido 30 años de edad, el 29 de enero de 1890, cuando Chéjov, pese a súplicas familiares, advertencias médicas y consejos de su amigo editor Aléksei Suvorin, emprendió el viaje el 21 de abril, la enorme travesía de diez mil kilómetros desde Moscú hasta Sajalín, isla en proceso de colonización por medio de prisioneros; una colonia penitenciaria aislada. Ubicación: mar de Ojotsk en el Pacífico; al sur, Hokkaidō, Japón, separado por el estrecho de La Pérouse, y de Siberia por el estrecho de Tartaria. El propio escritor organizó su mapa de ruta.

En un tiempo en que aún no existía el tren transiberiano (completado el año de su muerte en 1904), la travesía de 82 días la realizó en barcos de vapor, carruaje y aun tres decenas de kilómetros a pie. La isla había sido hasta entonces geografía de lucha en disputa histórica por China, Corea, Japón y Rusia; quedaría en poder de esta al fin de la Segunda Guerra Mundial. Nikoláievsk era en ese momento el punto de arribo de los principales vapores en circulación. Desde allí, que Chéjov toma como punto de partida de su obra, irá a los cuatro extremos de la isla para hacer la observación, estudio y registro de la vida en ella.

Habiendo vivido sólo 44 años y con una exitosa obra en el cuento y el drama, casi siempre se ignoró o desdeñó la existencia de ese trabajo amplio, de investigación sociológica, antropológica y empírica que es La isla de Sajalín, aparecida como obra integral en 1894 pero cuyos capítulos fueron publicados por entregas. Y tengo para mí que a partir de ese viaje (cuya consecuencia es el libro), hay una ruptura o se confirma una ruptura en la vida del autor. Un antes y un después subrayado por sus ataques de tuberculosis a los 24 y 27 años de edad (a los quince estuvo a punto de morir de peritonitis), y la reciente muerte de su hermano Nikolái en junio de 1889. Si siempre fue humana, su sensibilidad se profundiza al atestiguar desgracias y miserias de los habitantes de Sajalín. ¡Y cómo no había de ser ruptura un empeño así, tan ciclópeo! Ese parteaguas se manifiesta, naturalmente en el carácter, el tono de su producción literaria.

Razones del viaje

Aquí dos referencias sobre la decisión de partir a geografía tan lejana y extraña, inhóspita, en sus condiciones de salud, con adversidades de todo orden, contra indicaciones médicas y súplicas familiares; ir a esa fría isla del Pacífico que requería la travesía inmensa del territorio ruso de este a oeste.

  1. Natalia Ginzburg en Antón Chéjov. Vida a través de las letras: “A finales de ese año [1889], leyó por casualidad unos apuntes de su hermano Mijaíl, que estudiaba derecho penal. Tuvo la impresión de que la gente se interesaba por los criminales hasta el día de la sentencia, pero que nadie sabía en realidad cómo se vivía en las cárceles o sometido a trabajos forzados. Tuvo entonces la idea de viajar a Siberia para conocer la vida de los presos de la colonia penitenciaria de la isla de Sajalín, situada en el Pacífico. Decidió partir rumbo a Sajalín, pese a que todos los miembros de su familia le rogaron que renunciase al viaje, pues temían sus fatigas e incomodidades. Suvorin también trató de convencerlo para que no se marchara. Todo fue inútil”.
  2. Carta a Suvorin, su editor de Tiempo Nuevo y cercano amigo; 9 de marzo de 1890: “En cuanto a Sajalín, ambos estamos equivocados, pero quizá usted más que yo. Parto con la absoluta convicción de que mi viaje apenas aportará nada a la literatura o a la ciencia; me faltan, para ello, los conocimientos, el tiempo y la ambición necesarios. No tengo los planes de un Humboldt, ni siquiera de un Kenan. Solo deseo escribir doscientas o trescientas páginas y de ese modo saldar una deuda que he contraído con la medicina, con la que, como usted bien sabe, me he portado como un cerdo. Es posible que no consiga escribir nada, pero aun así el viaje no pierde su atractivo: leyendo, mirando y escuchando, descubriré y aprenderé muchas cosas. Todavía no he partido, pero gracias a los libros que he tenido que leer en estos últimos tiempos, me he enterado de muchas cosas que todos deberían conocer bajo pena de cuarenta azotes, y que yo desconocía por completo. Además, creo que un viaje de seis meses, con la ininterrumpida fatiga física e intelectual que comporta, me vendrá bien, ya que soy ucraniano y estoy empezando a volverme perezoso. Hay que domar la propia naturaleza. Admitamos que el viaje sea una locura, una obstinación, una extravagancia, pero reflexione un poco y dígame qué pierdo: ¿tiempo? ¿Dinero? ¿Acaso ha de detenerme el temor a las incomodidades? Mi tiempo no vale nada y dinero no lo he tenido nunca; en cuanto a las incomodidades, viajaré en coches de caballos durante veinticinco o treinta días como máximo; el resto del tiempo lo pasaré en la cubierta de un vapor y le bombardearé con cartas”.

Salida

Chéjov estaría en Sajalín tres meses y tres días. Partiría de Sajalín a Moscú el 13 de octubre, haciendo una travesía en el vapor Petersburg desde Vladivostok (hoy, punto final del tren transiberiano que tarda 7 días en llegar a Moscú; Japón estaba desafortunadamente cerrado por epidemia de cólera), pasando por Hong-Kong, frente al mar de China –atacado por un tifón-, Singapur y Ceilán con rumbo a Odesa a través del océano Índico, el mar Rojo, el canal de Suez y el mar Negro. Lo recibió su familia en Tula y de allí llegó a Moscú después de casi ocho meses de aventura peligrosa e intensa.

Y aquí comienza el trabajo que actualmente desarrollo sobre Chéjov, vida, arte y muerte. Entrego este avance en el 162 aniversario de su nacimiento un 29 de enero de 1860.

P.d. Y como Chéjov amó la música y la utilizó con frecuencia en su obra, van como momentáneo fin dos versiones de Kamarinskaya, compuesta por Mijaíl Glinka en 1848, y que aparece en un bello cuento de Antón:

A. Versión del legendario director italiano Arturo Toscanini, que me agrada por su “tempo” animado contrastante con otras versiones sinfónicas:

B. Y para quien prefiera una corta versión “popular”, una con balalaika, de los músicos del Ejército Rojo:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo