Las palabras tienen muchos significados y no pocas veces etimologías inciertas. Según Julius Pokorny, en su origen el vocablo invitar significaba perseguir algo vigorosamente, lo que nos llevaría también a violencia.
Eso lo sé por el sitio de internet etimologias.dechile.net. No parece correcto lo expresado por Pokorny, pero desde luego que Donald Trump ha hecho de las invitaciones a su toma de protesta un acto de violencia contra las naciones con gobiernos que no coinciden con su ideología de derecha.
La etimología más adecuada de invitar, también según etimologias.dechile.net —lo mismo dice la Real Academia Española— es invitāre, “verbo latino muy antiguo cuyo sentido más arcaico es animar o envalentonar”.
Para envalentonarles Donald Trump invitó a gobernantes tan de derecha como él — Javier Milei, de Argentina; Giorgia Meloni, primera ministra de Italia; Viktor Orban, de Hungría, y Nayib Bukele, presidente de El Salvador—.
La derecha mexicana está de fiesta por la exclusión de México en esa lista. Lo demuestra la portada de hoy de Reforma. No se toma en cuenta algo de la mayor relevancia: al excluirnos del grupo de naciones más conservadoras y menos democráticas, Trump nos incluyó entre los países progresistas y más democráticos, lo que es un elogio. Esta vez estoy de acuerdo con Raymundo Riva Palacio, de El Financiero: se trata de una exclusión que nos beneficia.
Trump no invitó al mundo democrático integrado por la mayor parte de las naciones de Europa y, en América, por los países más importantes, Canadá, Brasil y México.
Ha sido violento Donald Trump con sus invitaciones, que está utilizando para envalentonar a quienes piensan como él. Por fortuna, nadie en las naciones verdaderamente respetuosas de la democracia y los derechos humanos se dejará intimidar. Desde luego, no será el caso de la mexicana Claudia Sheinbaum ni de la sociedad que ella gobierna. No nos acorbadará un bravucón.