Todo esto, quizá, tiene una sola relación con lo que acontecerá hoy jueves en el Senado de la República. Un evento conmemorativo a una mujer brillante debe ser motivo para preservar un ambiente sano donde, el reconocimiento, sea el único marco de celebración.
A pesar de que se hicieron esfuerzos para que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asistiera, el tema recaerá con una bienvenida y un escenario perfecto para que Ifigenia Martínez obtenga un merecido reconocimiento en la Medalla de Honor Belisario Domínguez. Se lo merece, es una mujer histórica no solo en lo intelectual como académica, sino por su estilo de hacer política ligado a las causas progresistas.
Por ello, fue absolutamente acertado darle el reconocimiento. Además de su lucha irrestricta de lado de la izquierda, ha sido muy significativo su legado y, si hay alguna manera de reconocerse esa trayectoria, es otorgándole la Medalla de Honor porque, son ellos (as), personajes claves de la democracia en el país.
¿Y el presidente?
Quizá hubiera cerrado un momento culminante donde reinará el respaldo total del presidente AMLO a todos aquellos personajes históricos del país con su presencia en el Senado de la República. Hay una sola lectura que podríamos decir fue el detonante para cancelar su asistencia.
Tengo la sensación que la amenaza de entorpecer el acto y marcharse con la intervención punitiva de Lilly Téllez sería, en ese instante, un hecho desafortunado para un momento inmejorable en cuanto a la etapa estelar e histórica que vivirá la Cámara Alta con el reconocimiento a Ifigenia Martínez.
A pesar de que sabemos que la oposición estaría dispuesta a ignorar el marco y montar una protesta mediática para atraer la respuesta del presidente y esperar su reacción, puede significar un avance para la derecha.
No obstante, sabedores que la oposición ha llegado a un punto de desesperación por no figurar como una fuerza sólida más allá de su carente credibilidad, no sería sustancial escuchar a Lilly Téllez porque, de entrada, se ha ganado el estigma que la señala con traición al propio presidente que, gracias a él, tiene un escaño en la Cámara Alta. He ahí la gran diferencia.
En cambio, también pienso que quizá la presencia del presidente hubiera sido la joya de la corona. Pero, en una decisión estrictamente personal, decidió no asistir no por un desprecio ni mucho menos por otro asunto que se ha manejado perfectamente en la relación sólida en distintos poderes, sino simplemente no quiso manchar un evento de esa naturaleza histórica. Al menos eso pienso.
Institucionalmente, hay una relación de respeto por los poderes autónomos. Lo que se necesita más allá de todo este escenario es, romper de una vez con todas, aquellas especulaciones. El presidente no asistirá y su única razón ha sido la lamentable situación que planteó la senadora Lilly Téllez. Solo eso. Detrás de la determinación no hay ningún otro motivo; nos comentan que hay comunicación y respaldo como un poder independiente con suficiente capacidad para tomar decisiones que impacten en el rumbo del país.
Por ello, la reacción del presidente hasta cierto punto fue normal. Una decisión personal que la propia Cámara Alta quizá no comparte, pero respeta. De eso se trata la Cuarta Transformación. La democracia y el respaldo total a los poderes en su autonomía, debe ser incuestionable máxime cuando nos referimos al papel decisivo que juegan en la vida pública.
Por cierto, el propio presidente de la junta de coordinación política del Senado y coordinador de los senadores del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Ricardo Monreal, se adelantó al tema y dijo que la decisión de AMLO es una determinación de él; ellos la respetan porque, en ese tenor, ha existido una mutua respuesta de tolerancia y respaldo a la hora de encarar cada uno su agenda.
Quizá eso tenga un poco de relación con el tema que envió el mandatario al legislativo en materia de Reforma Eléctrica. La respuesta a ello será, eso sí, analizarla, discutirla y considerarla porque, de entrada, requiere necesariamente mayoría calificada. Por esa razón, lejos de polarizar el asunto, se debe priorizar la apertura y el diálogo, mucho diálogo para encontrar una salida positiva.
Lilly Téllez
Si hay una concepción idónea que podemos subrayar es decadencia en términos políticos. A la oposición la califican como simuladora. Su función más que de contrapeso, se ha tornado en un circo mediático que asume un rol hasta cierto punto ridículo. Se alejó de un nivel preponderante. No es extraño, tiene tiempo comportándose así.
En esa coyuntura, transita la senadora Lilly Téllez que, quizá, pone en práctica la pedagogía mediática del espectáculo para captar la atención. Busca tener los reflectores y, lo peor de todo, de una manera burda con razones superfluas.
Qué lamentable. Esperábamos mejor nivel, pero, últimamente, se ha vuelto rutinario y muy a menudo manda esas señales que, más bien, solo reflejan la falta de credibilidad que los atormenta por una era que domina de pies a cabeza la Cuarta Transformación.
Javier Lozano I Twitter: @JavierLozanoMor