A quienes nos gusta el futbol americano sentimos un alivio porque terminaron los procesos de nominación de candidaturas presidenciales y empezó la temporada de la NFL. Hacia el final de los años sesenta del siglo pasado, me gustaba seguir a los Green Bay Packers. Admiraba a Vince Lombardi, su legendario entrenador. Recuerdo una de sus frases: “Muéstrame a un buen perdedor y yo te mostraré a un perdedor”. Muchos políticos que no aceptan perder la han utilizado, hasta el día de hoy, para no conceder después de sus derrotas.
Si bien esta cita enfatiza la importancia de ganar, sugiere también, indirectamente, que perder es consecuencia de no haber hecho las cosas bien todo el tiempo. Subraya la idea de que la mejora continua es crucial. “La perfección no es alcanzable, pero si perseguimos la perfección, podemos alcanzar la excelencia”, también dijo el coach de los Packers.
La democracia nos promete igualdad, representación y resolución pacífica de conflictos a través de procesos electorales. Sin embargo, la sostenibilidad y eficacia de la democracia dependen no sólo de los ganadores sino también de la gentileza de los que pierden. Los buenos perdedores desempeñan un papel fundamental en la defensa de los valores fundamentales de la democracia, el fomento de la cohesión social y el mantenimiento de la estabilidad política.
Uno de los pilares fundamentales de la democracia es la selección de candidatos. Los perdedores son esenciales para preservar la integridad del proceso. Cuando los candidatos derrotados aceptan con gracia los resultados de una elección primaria, o una encuesta, se refuerza la confianza pública en el proceso. Sin esta aceptación, pueden surgir dudas sobre la legitimidad de los candidatos, lo que provocaría inestabilidad política y malestar social.
En lugar de avivar la división o sembrar discordia, los perdedores responsables trabajan para unir a la gente, independientemente de sus creencias políticas. Este compromiso con la unidad ayuda a prevenir la polarización que puede socavar el tejido de las sociedades democráticas. Los ciudadanos, independientemente de sus inclinaciones políticas, comparten un destino común y deben trabajar juntos para construir un futuro mejor.
Los buenos perdedores desempeñan un papel vital en la defensa de los principios democráticos. Respetan el estado de derecho, la independencia de las instituciones y las libertades de todos los ciudadanos. Su adhesión a estas normas sirve como ejemplo para la sociedad en general, reforzando la idea de que la democracia no se trata de los intereses de un solo grupo sino del bienestar colectivo de toda la nación.
Los buenos perdedores ayudan a crear una cultura de participación política. Ya sea en el proceso de elecciones primarias, en la selección de candidatos, o en las elecciones generales, las características de los perdedores responsables son:
- Reconocen que las elecciones son un aspecto fundamental de la democracia y aceptan la legitimidad de los resultados.
- Muestran un sentido similar al de los atletas que aceptan la victoria y la derrota con dignidad. Felicitan a sus oponentes por su éxito y les expresan buena voluntad.
- Asumen la responsabilidad por las deficiencias de su campaña y reconocen que es posible que no hayan transmitido su mensaje de manera efectiva o no hayan resonado entre los votantes. Este enfoque introspectivo les permite aprender de sus experiencias.
- Conceden la elección de manera oportuna y elegante. Hacen declaraciones públicas reconociendo la derrota y a menudo piden unidad y cooperación entre sus seguidores.
- Priorizan la unidad dentro de su partido y trabajan para sanar cualquier división que pueda haber surgido durante la campaña. Su atención se centra en el bienestar de la comunidad política en general.
- Los perdedores contribuyen a preservar las normas e instituciones democráticas, al aceptar los resultados de los procesos de selección y de las elecciones, prevenir crisis políticas y mantener la confianza pública en el proceso electoral.
- Dentro de los partidos políticos, los perdedores pueden ayudar a prevenir el faccionalismo y las luchas internas al promover la unidad y la cooperación entre los miembros del partido.
- Los políticos que son amables ante la derrota tienden a mantener una imagen pública positiva. A menudo se les considera estadistas que priorizan el interés público por encima del beneficio personal o partidista.
- En los casos en que el candidato perdedor ocupa un cargo político, su cooperación y voluntad de trabajar con la administración entrante facilitan una transición de poder sin problemas, lo cual es esencial para la estabilidad política.
- Los perdedores dan el ejemplo a sus partidarios, animándolos a aceptar los resultados de las elecciones y participar constructivamente en el proceso político. Esto puede reducir el riesgo de disturbios civiles o protestas después de las elecciones.
Sin embargo, algunos políticos que no saben perder creen que aceptar su derrota genera desventajas. Algunos pueden ver la gentileza en la derrota como un signo de debilidad o falta de convicción. Esta percepción puede ser explotada por los opositores en futuras campañas. Equilibrar el deseo de ser amable con las expectativas de los seguidores apasionados puede ser un desafío. Algunos colaboradores tal vez prefieran un enfoque más confrontativo, lo que generaría tensiones internas en el partido.
Lo que es un hecho es que la democracia depende del consentimiento de los perdedores. Lo importante es reconocer que tanto ganadores como perdedores de las elecciones tienen responsabilidades esenciales. La tesis central del libro “Losers’ Consent: Elections and Democratic Legitimacy” (Oxford, 2005) escrito por Christopher J. Anderson, André Blais, Shaun Bowler, Todd Donovan y Ola Listhaug es que el rechazo del resultado de las elecciones pone en peligro el “acuerdo democrático”.
Los ganadores y los perdedores interpretan el resultado de las elecciones de manera diferente. Los partidarios de los candidatos perdedores tienden a perder la fe en la democracia y las instituciones democráticas, incluso después de elecciones que no son particularmente polémicas. En otras palabras, cuando su político preferido pierde, el resentimiento es inevitable.
Por eso, el “acuerdo democrático” es tan importante: los ganadores no reprimen a los perdedores, lo que significa que los perdedores pueden esperar ser ganadores en el futuro. Como resultado, las dudas de los perdedores sobre la legitimidad del proceso disminuyen gradualmente a medida que se preparan para las próximas elecciones.
Pero si el candidato perdedor no cumple su parte del trato, al no reconocer el derecho del ganador, esa aguda pérdida de fe entre los partidarios del candidato puede volverse crónica y derivar potencialmente en desobediencia civil, violencia política y crisis de legitimidad democrática.
“Estudio las democracias y lo que he aprendido es esto: colapsan sin perdedores elegantes”, dice Shaun Bowler, profesor de ciencias políticas en la Universidad de California Riverside. Al hablar de un “proceso amañado” que bien puede conducir a una “elección robada”, se está debilitando la fe de los votantes en las elecciones de una manera que podría resultar extremadamente peligrosa. A nadie le gusta perder elecciones. Pero, ¿hay justificación para que un político irresponsable encienda el fuego en la pradera? El egoísmo es fácil.
Hay políticos que nunca entendieron a Vince Lombardi, conocido por sus frases inspiradoras sobre las victorias, el éxito y, por extensión, sobre los perdedores. Si bien muchas de sus citas enfatizan la importancia de ganar, también contienen ideas valiosas sobre cómo manejar las derrotas con gracia.
“No se trata de si te derriban, sino de si te levantas”. Lombardi enfatizaba que lo que realmente importa es cómo responden los individuos a la adversidad o la derrota. Levantarse y perseverar, después de una derrota, es un testimonio de carácter. El coach reconocía que si bien ganar no es lo único que importa, el deseo y el impulso para ganar son cruciales. Perder con un fuerte deseo de ganar puede conducir al éxito en un futuro. Después de las derrotas, los buenos líderes crecen, gracias a la perseverancia.
Los políticos que no entiendan a Lombardi no les quedará otra que recordar la historia de “Loser”, la canción emblemática de los “perdedores” de los años noventa. Grabada y compuesta por el cantante norteamericano Beck Hansen, en 1993, sería declarada como el “himno de la vagancia” de esa década.
En una entrevista, Beck dijo: “cuando me escuché rapear me dije a mí mismo: hombre, soy el peor rapero del mundo, soy sólo un perdedor”. Así, la letra del coro de la canción sería grabada mitad en español y mitad en inglés del siguiente modo: “Soy un perdedor, I’m a loser baby, so why don’t you kill me?”. El éxito de “Loser” en todo el mundo lanzó a Beck a la fama. Fue ungido como el profeta del nuevo movimiento musical llamado “Slacker” (“vago”, “flojo”), para personas que tienen tiempo de estar deprimidas por todo. Esa sería la peor teoría para un perdedor.
Javier Treviño: @javier_trevino