Algunos meses más joven que el chileno Gabriel Boric, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin —35 años de edad—, llegó al poder a finales de 2019.
Boric empieza apenas su periodo presidencial en Chile y, así lo creo, no ha decepcionado a nadie.
Sanna Marin lleva más de dos años al frente del gobierno y ha hecho un trabajo bastante eficaz.
Educada por dos mujeres —su madre tenía novia cuando Sanna creció—, ha sido cuestionada por la comentocracia machista de su país por conductas tan inapropiadas como posar para una fotografía con un saco smoking sin brasier.
A Angela Merkel se le había criticado por lo mismo una vez que acudió a la ópera también con escote pronunciado —esa palabra, pronunciado, se usó en la prensa para hacer alharaca con la vestimenta de la alemana—.
Sanna Mirella Marin tuvo durante tres lustros el mismo novio —Markus Räikkönen, exfutbolista profesional y ahora empresario— ; no sé si fue su única pareja, pero ha estado con él desde los 18 años de edad y se casaron en 2020 en una ceremonia austera en la que ella usó el mismo vestido que lució muchos meses antes en un acto oficial.
La primera ministra finlandesa es madre de una niña y cuando puede se va a bailar hasta las cuatro de la madrugada; se le criticó por hacerlo durante la pandemia, y se disculpó, algo que las personas líderes en la política deberían hacer con mucha mayor frecuencia.
A pesar de ese resbalón, el gobierno de Sanna Marin manejó la crisis sanitaria mucho mejor que casi todos los otros gobiernos del mundo: según Bloomberg, Finlandia está entre los cinco países a los que mejor les fue cuando el covid golpeaba con más fuerza a la humanidad.
A pesar de su juventud —o quizá debido a la misma—, es dura en el debate, como lo demostró en 2020 cuando en una cumbre de líderes de la Unión Europea, celebrada en Bruselas, puso feamente en su lugar al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.
Ahora, Sanna Marin quiere que su país ingrese a la OTAN, algo que ha generado amenazas del ruso Vladímir Putin.
Espero que la finlandesa no se eche para atrás por las bravatas del dictador de Rusia y, en la época pos-Merkel, aporte más elementos en favor de la tesis de que, en general, las mujeres están más calificadas para gobernar que los hombres.
De lo que haga Gabriel Boric en Chile dependerá que se pueda seguir confiando en hombres jóvenes como presidentes, sobre todo por la desilusión que fue Sebastian Kurz, quien se convirtió en canciller de Austria a los 33 años de edad.
El hecho es que los hombres jóvenes, como Boric, y las mujeres de todas las edades —Sanna Marin, Angela Merkel— pueden ganar elecciones y gobernar correctamente.
Es bueno recordarlo en México, donde no pocas personas descalifican a una mujer y a un hombre joven que se han posicionado bastante arriba en las encuestas —ya ni tan anticipadas— de preferencias electorales presidenciales rumbo al 2024.
Ojalá dejemos de escuchar comentarios tan poco civilizados como: (i) “nuestra sociedad no está preparada para ser gobernada por una mujer” o (ii) “es muy joven, si lo intenta ahora perderá, mejor que se espere al 2030″