Sin duda el campo en nuestro país constituye un detonante de producción al presentarse como uno de los elementos que dan equilibrio en la economía del territorio y son, de manera inherente, una fuente de trabajo para miles de familias en distintos puntos de la geografía que han contribuido con esfuerzo a la elaboración de rubros forestales y agropecuarios.
Si bien hay temas que resaltan por complicaciones que vulneran la producción, pero también el desarrollo potencial, existe una política que ha implicado más atención y apoyo. No obstante, faltan líneas de acción— porque son muchos factores lo que, en ocasiones, presentan barreras o brechas que siguen ocasionando, en muchas partes, una incertidumbre— lo que sigue persistiendo como un problema.
Quizá la obra que lanzó el líder de la fracción de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, nos abre un poco el abanico a partir de los antecedentes políticos, las reformas agrarias y la necesidad de una política incluyente que fortalezca la atención desde los micro y pequeños productores, hasta los que tengan mayor capacidad.
Otro campo es posible, es una narrativa que retoma todos aquellos elementos que han tenido impacto mientras hace una revisión minuciosa, lo mismo que una propuesta de acciones.
Vale la pena revisar todo aquello que enriquezca la relación con el campo. Hay que recordar que, uno de esos detonantes, son indudablemente las condiciones o la factibilidad para tener una producción que nos lleve al terreno de la consolidación— partiendo del gran potencial que constituye el campo como una palanca de desarrollo.
Resulta evidente— por razones obvias que, un elemento, sin lugar a duda, es el factor económico o una auténtica propuesta para no limitar ni mucho menos minimizar los recursos naturales.
Con esa premisa, fue motivante mostrar nuestra solidaridad porque realmente sabemos que las instituciones de gobierno pueden generar estrategias para incentivar, aunque también favorecer las condiciones de todos los elementos inherentes sin olvidar que, miles de familias, dependen de la actividad agrícola.
Eso llegó en un buen momento; vino a fortalecer porque habrá condiciones no sólo para salvaguardar la seguridad de quienes son protagonistas de esta práctica, sino se hará en un marco constitucional que garantice las funciones. En ese acceso, el artículo 176 de la Ley Federal del Trabajo recibió una modificación hace poco; los jóvenes del campo podrán, sin contratiempos, efectuar labor mientras puedan atender funciones escolares buscando alternativas.
Es decir, jóvenes de 15 a 18 años tendrán mejores condiciones para poder adentrarse a la función o quehacer del campo con el único fin, eso sí, de motivarlos a no inmiscuirse en actividades antisociales o malas prácticas que puedan ocasionarles un problema. ¡Qué buena noticia! Resultaba evidente una acción legislativa de esta naturaleza. De hecho, este proceso nació y se alimentó con el llamado de todos los sectores campesinos dadas las circunstancias de inseguridad.
Esto superará, pero también— será un motor para buscar una mejor calidad de vida porque nuestro país se sitúa en el centro de rentabilidad de este tópico. Ya es tiempo que el campo obtenga reconocimiento y, por supuesto, un elemento que abone para no seguir sufriendo consecuencias.
Un nuevo mecanismo legislativo que viene a fortalecer el marco jurídico del campo es, por mucho, un triunfo visto desde el ángulo de progreso, aunque igualmente de seguridad.