I. Dos documentos esenciales

La lectura del Programa del Partido Liberal Mexicano, del 1º. de julio de 1906, y del Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, resultan expresiones tan reveladoras como admirables del movimiento revolucionario y anarquista en México encabezado por Ricardo Flores Magón y acompañado por Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Librado Rivera y Manuel Sarabia, entre otros.

El primero es un auténtico programa de aspiración democrática que, tras describir las condiciones de semi esclavitud en que viven y mueren los mexicanos, obreros y campesinos bajo la dictadura porfirista, hace una detallada propuesta para mejorar esas condiciones una vez que triunfe el llamado revolucionario a que invoca el Partido. Se trata de una impronta democrática que aunque no prospera en la realidad política de su momento, que fracasa en sus dos intentos pragmáticos -1906 y 1908-, dejará una huella innegable para la próxima revolución mexicana y para la sucesiva lucha de los mexicanos por alcanzar una vida democrática que todavía hoy está en pleno desarrollo. Es decir, el llamado del Programa de 1906 a los mexicanos para una transformación radical continúa vigente en muchos de sus planteamientos y aspiraciones de sentido democrático y humanista: “venid al Partido Liberal… y unid vuestro esfuerzo a los de todos los que combatimos la injusticia para apresurar la llegada de ese día radiante en que caiga para siempre la tiranía y surja la esperada democracia con todos los esplendores de un astro que jamás dejará de brillar en el horizonte sereno de la patria”.

El segundo escrito, el Manifiesto, es propiamente un llamado de perfil anarquista, y más que una radicalización frente al programa de 1906, como usualmente se considera, significa una asunción plena de la característica de tal movimiento: el llamado a desobedecer a cualquier gobierno o aspiración de gobierno o gobernante, pues convoca a una organización comunitaria que expropie los medios de producción del campo y la ciudad para la convivencia democrática y humana. Y ello significa incluso rechazar a Madero y el maderismo al igual que al porfirismo o el huertismo. No es un gobierno, un hombre encumbrado en él como “líder” lo que llevará a la felicidad del pueblo; es la organización comunal. Aunque este Manifiesto también fracasa en su llamado pragmático, encontrará en su proclama “Tierra y Libertad” un vínculo inmediato con Zapata y el zapatismo de Morelos, que también desconocerá a Madero.

Estos dos documentos políticos, la vida misma de Ricardo Flores Magón que pasó la mayor parte de ella en prisión por sus ideas e ideales, su actividad periodística, así como sus artículos y cartas conforman un cuerpo de conocimiento, un abrevadero admirable de la figura y la persona de un luchador incansable. Un idealista, sí, pero con base en la cruda realidad en la que le tocó vivir como joven y adulto. Un idealista con origen y espíritu campesino pero con aspiración cívica democrática. Defensor hasta la muerte de una utopía: el anarquismo como forma de organización social.

Ricardo Flores Magón

II. Homenaje

Por esa vida de lucha y su herencia democrática, por su importancia no reconocida al nivel de los usuales héroes de la Revolución Mexicana y de la historia nacional en general, desde la Independencia hasta el siglo XX, es que el luchador anarquista merecía un homenaje como el propuesto por el presidente López Obrador, una reivindicación a cargo de un gobierno de inspiración democrática, en el centenario de su fallecimiento: 2022, Año de Ricardo Flores Magón. De allí el perfil del hombre en los documentos oficiales y en la pantalla de las conferencias matutinas y en las giras; de allí el homenaje formal del 21 de noviembre en Palacio Nacional.

Antes de ese gran homenaje oficial, la Coordinación Nacional de Literatura del INBAL y el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia presentaron, el 11 de noviembre, la lectura dramatizada de Regeneración. Soñar es mi crimen, obra de teatro “parcialmente histórica y con licencias poéticas”, basada en textos de Ricardo Flores Magón, a cargo de Ginés Cruz (dramaturgia y dirección) y Alejandra Chacón. Una buena síntesis de la vida y obra del luchador en 15 escenas que se aproximaron con frecuencia al aliento poético y subrayaron una frase que tal vez también sea un reflejo del espíritu de lucha y el sueño del anarquista: “bendito momento aquel en que un pueblo se yergue”.

El homenaje en Palacio Nacional estuvo compuesto de tres participaciones. La del escritor Armando Bartra, una magnífica exposición sobre la aportación de Flores Magón a la Revolución Mexicana a pesar de su anarquismo contrario a todo gobierno. La propuesta de Bartra establece que el proyecto de revolución social de Flores Magón de la primera década del siglo XX, tiene un estrecho enlace con el proyecto de revolución social de Emiliano Zapata de la segunda década del mismo. La idea de la revolución magonista y la revolución zapatista vinculadas, es verificable a través del diálogo epistolar entre el anarquista y el “caudillo del sur”, y los enviados del magonismo (presenta tres casos) que estuvieron en Morelos en momentos decisivos de la Revolución Mexicana; es decir durante el conflicto en que se cruzaron magonismo, zapatismo y maderismo. La consigna “Tierra y Libertad”, presente tanto en el Manifiesto de 1911 como en la causa zapatista acaso sea la quintaesencia de ese lazo inmarcesible. Y así, Zapata y el zapatismo habrían sido, al menos en ese elemento fundamental, anarquistas aun sin saberlo. La última frase de la exposición de Bartra define entonces la aportación esencial del movimiento de Flores Magón (la otra parte, la del programa de 1906 es la aportación a la aspiración democrática, me parece): “Las reivindicaciones de los hombres y las mujeres del campo no podían ser desechadas. El magonismo se apagó al final de la primera década del siglo, pero su proyecto siguió adelante, su sueño siguió adelante impulsado por los campesinos sureños a quienes les había pasado la bandera. La revolución social magonista no fracasó, sólo cambió de manos”.

Diego Flores Magón, que se presentó como bisnieto de Enrique Flores Magón, realizó un entrañable perfil de su tío bisabuelo. Construyó un arco entre el origen de nacimiento de Ricardo, en lo alto de la sierra mazateca y su “destino”. Origen campesino que tendrá un profundo significado en la concepción vital de Ricardo y en su pensamiento, sin duda. No sólo en el concepto de la belleza y la felicidad, también en la práctica de la vida solidaria y de la tierra comunal. Dos fragmentos de cartas de Ricardo escritas desde la cárcel poco antes de morir, citadas por el expositor, me parece que, además de la belleza, expresan esa relación entre origen y “destino”:

Fragmento 1: “Soy un salvaje, un hijo de la naturaleza, por eso resiento cualquier ataque a mi libertad. En mi alma aún alientan las montañas que vieron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, inmaculado. Por eso amo la justicia y la belleza, y quisiera que todos las amaran”.

Fragmento 2: “Soy un amante de la belleza, no sé si para bien o para mal vine al mundo dotado con un sistema nervioso capaz de registrar y disfrutar hasta la más sutil manifestación de la belleza, y registrar y padecer hasta la más mínima expresión de la fealdad. Hijo de la sierra tropical, recibí las primeras impresiones de la vida en la grandeza y majestad de ese entorno. Ni la cuna de un príncipe se ha mecido en medio de semejante esplendor, bajo el dorado y púrpura de mi sol nativo. Sencillamente, respiré belleza con mi primer aliento. Creo que esas impresiones de mi origen determinaron mi destino. Desde que tengo memoria, la naturaleza ha sido para mí la fuente inextinguible en que mi alma busca saciar su extraordinaria sed de belleza”.

En ese arco entre origen y “destino”, Ricardo se asoma a una “dimensión cósmica” de la revolución: “El hombre tiene derecho a ser feliz por el simple hecho de ser. Por el simple hecho de ser el hombre participa en la majestad del cosmos y por esa misma razón fundamental es intolerable cualquier degradación de la majestad humana”.

Por último, López Obrador cerró el homenaje con palabras que hacen “referencia a tres características excepcionales de Ricardo Flores Magón: su intimidad amorosa, su juicio práctico y sus profundas convicciones revolucionarias”. Y como es natural a su condición de luchador social, hoy hombre de Estado, AMLO pone acento -después de referir esa intimidad amorosa de Ricardo-, en el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906, que es la herencia del magonismo para aspirar y alcanzar una vida democrática que continúa vigente y a la que el propio presidente quiere dar vida junto con millones de mexicanos; también subraya lo que admite como más admirable para él: la firmeza de las convicciones del luchador homenajeado. Y de ahí se deriva la cita final que es una de las frases más célebres de Ricardo Flores Magón que, aunque no las hubiera citado el presidente, las habría citado yo para concluir este texto. Escribe desde la cárcel: “No sobreviviré a mi cautiverio, pues ya estoy viejo, pero cuando muera, mis amigos, quizá escriban en mi tumba: ‘Aquí yace un soñador’, y mis enemigos: ‘Aquí yace un loco’, pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas’”.

Ilustración de Horacio Sierra.

III. Proudhon, Marx y Flores Magón

En el prólogo a ¿Qué es la propiedad?, el libro anarquista por antonomasia publicado por Pierre-Joseph Proudhon en 1940 –que denuncia a la propiedad como un robo-, el escritor George Woodcock establece dos puntos que llaman mi atención. Uno, la ruptura entre Karl Marx y Proudhon, pues el primero no logró someter al segundo a las ideas que llevarían al comunismo; el anarquista jamás habría aceptado un liderazgo autoritario ni la pérdida de su libertad. El filósofo alemán atacó al francés en Miseria de la filosofía, y este contestó diciendo, “¡Marx es el gusano del socialismo!”, por su dogmatismo represivo. Dos, el origen campesino de Proudhon, que para mí explica su determinación libertaria y la fase propositiva del anarquismo. Contrario al fracasado comunismo de inspiración marxista-leninista que derivó en dictadura brutal, el anarquismo concebía el derecho de cada hombre campesino a usar la tierra necesaria y de cada obrero o artesano a contar con el taller y las herramientas necesarias para ganar el sustento.

No soy experto, pero me sorprende un poco no haber encontrado en los homenajes una referencia al pensador francés (o al ruso Bakunin) y su vínculo con Flores Magón; desconozco si este habrá leído a él y a Marx. Es probable, los expertos han de saber. Pero la siguiente idea de Proudhon me parece que encuentra paralelo con el origen campesino de Ricardo lores Magón: “respirábamos el aire de nuestros campos y vivíamos del producto de nuestros propios cultivos”. Y lo entiendo a cabalidad por mi propio origen campesino.

Por último, he escuchado esta otra frase en varias ocasiones; incluso en voz del presidente López Obrador: “Si Flores Magón viviera con nosotros estuviera”. Esto lo creo posible sólo en términos del Programa democrático de 1906, pero imposible en términos del Manifiesto de 1911, donde ya se plantea un anarquismo a cabalidad. Ambas expresiones de Ricardo Flores Magón son extraordinarias. La primera por su ambición y aspiración democrática para el pueblo mexicano. La segunda, por su espíritu bello pero inalcanzable, utópico.

P.d. Aquí, el magnífico homenaje a Ricardo Flores Magón:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo