Dos obras recientes colocan el acento en dos fenómenos que impactan a la sociedad mexicana: la violencia y el crimen. 1. Una novela criminal, de Jorge Volpi; Premio Alfaguara de Novela 2018. Aunque publicada en ese año, es en 2022 cuando adquiere circulación y difusión importante gracias al documental de Netflix, “El caso Cassez-Vallarta: Una novela criminal”. Su tema esencial es el caso que vincula a Florence Cassez e Israel Vallarta con los usos de la violencia, la corrupción, la simulación y el utilitarismo mediático durante el gobierno de Felipe Calderón y su “mano derecha” Genaro García Luna. 2. El invencible verano de Liliana (2021), es la obra de Cristina Rivera Garza, ganadora del premio Xavier Villaurrutia 2022, que aborda el crimen de una mujer en 1990; esa mujer es su hermana, víctima de feminicidio a los 20 años de edad

La violencia y el crimen son dos de los padecimientos más estremecedores y dolorosos entre los mexicanos, y es el reto mayor del gobierno de la República actual y de cualquier gobierno. No sólo detenerlos y revertirlos, sino lograr su extinción al mínimo posible. Sólo así se podrá vivir en paz y tranquilidad social e individual.

I. Una novela criminal

Aunque su autor le llama novela documental o novela sin ficción, más que novela, el libro de Volpi es propiamente una crónica. La reconstrucción de un cúmulo de hechos a partir de una evidencia: el montaje para la televisión planeado por Genaro García Luna -director de la Agencia Federal de Investigación con Vicente Fox y secretario Seguridad de Calderón-, y la complacencia o complicidad sobre todo del conductor de Televisa, Carlos Loret de Mola y su reportero Pablo Reinah, el 9 de diciembre de 2005: transmisión en vivo (con dos ensayos previos) a partir de las 6:47 de la mañana. Puesta en escena de la detención de supuestos integrantes de la banda de secuestradores Los Zodiaco, Vallarta y Cassez, que había ocurrido en realidad el día anterior, el 8. Esta irregularidad viciaría y complicaría de entrada el caso que iría sumando abuso de poder, falsedades, manipulación, torturas, montajes sobre el montaje, etcétera.

La reconstrucción se hace a partir de investigación periodística, expedientes, declaraciones, entrevistas y testimonios proporcionados por los protagonistas y, para estar a tono, también por personajes secundarios. Articulación de datos concretos, excepto por ciertos pasajes, que el escritor advierte al lector, donde la especulación pudiera tomar el papel de la ficción para arribar a una versión lo más verosímil posible.

Después de 17 años de la detención, uno de los implicados, Israel Vallarta, continúa en prisión, mientras Cassez, convertida casi en celebridad, gracias a las irregularidades del caso y del gobierno de Calderón, y la intervención del gobierno francés y el presidente Nicolás Sarkozy, obtuvo la liberación en enero de 2013.

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No obstante que el montaje se dio durante el gobierno de Vicente Fox, y a pesar de quedar en evidencia la corrupción en el caso, me parece que faltó explorar la participación de Calderón en el asunto, pues el artífice de ese y otros montajes y de todas las irregularidades del crimen en ese gobierno que declaró la guerra al narco, se convirtió en su “hombre de confianza”; aunque diga que él no se enteró de nada. García Luna está preso en Estados Unidos acusado de sus ligas precisamente con el crimen que decía combatir. Luis Cárdenas Palomino, otro hombre clave en el montaje y torturador infraganti, y premiado por Calderón como policía ejemplar, también está preso.

Otro personaje “oscuro” que parecía tener complicidad y altas relaciones con el poder político y judicial, Eduardo Margolis, tampoco fue lo suficientemente explorado. Y al parecer habría sido parte esencial de la trama Vallarta-Cassez, pues además de ser amigo y colaborador ocasional de García Luna y Cárdenas Palomino, conocía y había tenido cierta relación con ellos antes de la captura. Los dos presuntos secuestradores fueron presentados por el hermano de Cassez (Sebastián) a Margolis.

Otro asunto interesante en relación a Volpi y su obra es el tema de la prisión preventiva, a la cual se opone el escritor mientras el gobierno federal ha defendido su existencia, pues sin ella muchos delincuentes son liberados, lo cual vuelve complicado el proceso de la justicia y se cae con facilidad en la impunidad y en la venganza de los criminales contra sus captores y acusadores. Recientemente, el poder judicial le otorgó la razón al gobierno federal.

No he visto la serie de Netflix, he preferido leer el libro, pero aquí está el tráiler:

Por último, Volpi señala que tomó como referencia para su trabajo el libro de Emmanuelle Steels, El teatro del engaño. Cassez-Vallarta: Historia de un montaje, de 2015, que circuló poco pero que se anunciaba así: “No es un secuestrador. Tampoco hay una banda. Todo fue un montaje”. Y en efecto, tras leer el libro de Volpi y ver la entrevista de esta reportera francesa en México en el programa Los Periodistas, de Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, queda clara la inspiración. Steels plantea que más allá del montaje mediático, había algo mucho más complejo y grave: un montaje judicial perpetrado por el gobierno. Por otra parte, contraria a Sarkozy, no considera que Calderón estuviera manipulado por García Luna sino que estaba enterado de todo. Y no deja de “acusar” cierta tibieza del documental de Netflix y del periodismo “objetivo”, pues no toman posturas claras en relación a los responsables de ese caso. Aquí la magnífica entrevista a Steels con Los Periodistas:

Una novela criminal

II. El invencible verano de Liliana

La obra de Rivera Garza tampoco es novela, es asimismo una crónica. Reconstrucción de los hechos en torno al asesinato de su hermana Liliana, estudiante de arquitectura en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Azcapotzalco, el 16 de julio de 1990. Casi 30 años después del crimen, acuciada por el dolor y la herida (Cristina cita a Chris Marker: “El tiempo lo cura todo, excepto las heridas”), decide abrir las cajas en que la familia había guardado las pertenencias de Liliana, y siente la necesidad de reconstruir su historia corta pero intensa de 20 años. Siente la urgencia de darle voz a quien fue víctima del acoso machista que impera en México, a quien aún está en espera de justicia, pues el asesino continúa impune.

Liliana gustaba de escribir, registrar, enviar cartas; poseía un espíritu creativo. Así, Cristina informa que su libro se basa en los cuadernos, notas, apuntes, recortes, planos, cartas, casetes y agendas de Liliana; documentos e información intocados por 30 años. Asimismo, se construye con entrevistas y testimonios de amigos y familiares. El empeño de Cristina ha valido la pena, más allá de que su obra ha sido premiada (aunque ello quizá potencie su contenido y su mensaje), por la presencia vital de Liliana en él y también por todo lo que significa en términos de testimonio acerca del fenómeno del crimen y el feminicidio en México y el lastre de la impunidad.

La consideración del delito de feminicidio en México es tardía. Apenas en 2012 se publicó, en el Diario Oficial de la Federación, su incorporación al Código Penal Federal. Asimismo, el conteo de las víctimas es reciente no obstante que el fenómeno ha sido grave quizá desde siempre en nuestro país. Se recuerda con horror a “las muertas de Juárez”. El feminicidio en los 90′s de cientos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, que registra de manera profusa Roberto Bolaño en su novela 2666. O podemos recurrir a la cita histórica y literaria en Los bandidos de Río Frío, de Manuel Payno, el brutal asesinato de Tules a manos de Evaristo, su esposo.

Es crucial revisar la tendencia estadística, pues el crimen del feminicidio está relacionado hoy día hasta en un 70 % con el entorno de la víctima. No sólo el acoso, el asesinato es cometido en ese porcentaje aproximado por parejas, exparejas, amigos, familiares, compañeros de trabajo. Y me parece que no se hace lo suficiente para observar esa realidad y actuar en consecuencia. Se cae con frecuencia en el facilismo feminista de las consignas. Que el Estado es el asesino (al menos en México ya no es así), o que las calles y la ciudad matan. No, el asesino en un alto porcentaje está en casa; espera en su guarida.

El asesino de Liliana la procuró desde que ella tenía 14 años, se convirtió en su novio después de insistir y, tras una primera ruptura, no dejó de acosar, acechar, amenazar hasta matarla en Azcapotzalco, en la casa que ella rentaba como estudiante.

El invencible verano de Liliana

La lectura del libro de Rivera me ha conmovido también porque en torno a 1990 (1989-1992), solía yo transcurrir esa geografía de la ciudad que pasa por Tacuba, Azcapotzalco, El Rosario. No hace mucho, fui a la UAM caminando desde el metro Aquiles Serdán; una distancia más o menos larga. Mientras leía la obra, caí en cuenta de que el sitio y la casa del crimen (datos que registra puntualmente Cristina), están muy cerca de esa estación del metro. De inmediato, me trasladé a 1990 y tuve una sensación de desasosiego, coraje y vulnerabilidad al imaginar que en ese tiempo y esa geografía el asesinato de un ser humano que no hacía daño a nadie -por el contrario, los testimonios hablan de una persona buena, encantadora, solidaria- pudo haberse evitado. Liliana, como todos, tenía derecho a la vida.

Algunos han cuestionado a Rivera Garza por hacer uso de algo tan personal e íntimo para hacer literatura. No obstante, aunque es una escritora bastante productiva en novela, cuento, poesía y ensayo, no considero que la motivación primaria para escribir El invencible verano de Liliana haya sido la creación literaria sino la necesidad de encontrar explicaciones, de reconstruir y dar voz en el presente a su hermana menor y, sobre todo, de procurar justicia; que el asesino impune sea encontrado y castigado. Naturalmente, al ser Rivera una escritora profesional de aspiración estética, cualquier texto que produzca tendrá resonancia de su condición creadora. En su caso, la literatura es ya una segunda naturaleza aparejada a la del ser. En este sentido, en la obra merecedora del Premio Xavier Villaurrutia 2022, coincide la necesidad íntima de expresión con la angustia por la impunidad y el reclamo de justicia. Y si se considera que el universo absoluto es susceptible de ser objeto de la literatura y el arte, no hay lugar al cuestionamiento.

Por último, el título de la obra proviene de una frase muy citada de Albert Camus -frecuentemente mal citada y usada como parte del repertorio de autoayuda emocional-, tomada de su ensayo “Retorno a Tipasa”:

“Fui a Tipasa para volver a descubrir allí que era menester guardar dentro de uno mismo intactas la frescura y la fuente de alegría, que era preciso amar el día que escapa a la injusticia y retornar al combate habiendo conquistado esa luz. Volvía a encontrar allí la antigua belleza, un cielo joven, y consideraba mi suerte al comprender al fin que en los peores años de nuestra locura nunca me había abandonado el recuerdo del cielo de Tipasa. A él debía, en último término, el no haberme desesperado. Siempre había sabido que las ruinas de Tipasa eran más jóvenes que nuestros astilleros o nuestros escombros. El mundo volvía a empezar todos los días en una luz siempre nueva. ¡Oh luz! Es el grito de todos los personajes puestos frente a su destino en el drama antiguo. Ese recuerdo último era también el nuestro y ahora yo lo sabía. En medio del invierno venía a saber que había en mí un verano invencible”.

Otra versión pone la frase en estos términos: “En mitad del invierno aprendía por fin que había en mí un verano invencible”; será bueno visitar en el original en francés.

En la obra de Rivera Garza, la frase en el título, al parecer enseñada a Liliana por su padre, halla plena justificación y un sentido poético. Cristina la encontró, quizá como un hallazgo, en un apunte de Liliana del 25 de junio de 1990, poco antes del crimen. Como una expresión profunda de afirmación y liberación de quien, en su primavera, deseó alcanzar un verano para su espíritu creador y para su vida.

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo