En mayo de 1952 iniciaban en el Palacio de Bellas Artes los ensayos de la ópera I Puritani, de Vincenzo Bellini. “Yo presenté a Pipo como ya le llamábamos en México (en realidad, Pippo, a Giuseppe di Stefano) con María en la sala de Bellas Artes en ocasión del primer ensayo de Los Puritanos”, narra Carlos Díaz Du-Pond en La ópera en México de 1924 a 1984 (UNAM, 1986).

María y Giuseppe pudieron haberse conocido un año antes, 1951, cuando ambos cantaron en Rio de Janeiro; un mes de distancia entre sus respectivas presentaciones, impidieron la posibilidad. El tenor había debutado profesionalmente con éxito en 1946 en Reggio Emilia y al año siguiente en La Scala de Milán; la soprano, en la Arena de Verona en 1947. No obstante, el encuentro en México en 1952, las cinco óperas que cantaron juntos ese verano, marcaría una suerte de revolución en la ópera moderna en cuanto a su representación, actuación y su canto se refiere. Y fueron cinco porque aunque la compañía Ópera Nacional A. C. había contratado también al tenor Mario del Mónaco, este canceló de último minuto argumentando y presentando certificación médica de enfermedad –para no verse confrontado con Callas como en 1951, especula Díaz-. Así, Di Stefano aceptó sustituir al tenor florentino. Habría sido extraordinario ver esa temporada a dos de los principales tenores del medio siglo, uno dramático y el otro lírico.

Giuseppe di Stefano y Mario del Mónaco

Dos tenores y una soprano; Di Stefano, Del Mónaco y Callas

El primero en venir a México había sido el tenor siciliano Giuseppe di Stefano (1921-2008), que debutó en el Teatro de Bellas Artes 1948 -después de hacerlo en Milán, Londres y Nueva York-, como el Duque de Mantua en Rigoletto, ópera de Giuseppe Verdi basada en El rey se divierte, de Víctor Hugo. Cantó, además, en ese año La traviata y Manon. Regresó en 1949 para La bohemia, El barbero de Sevilla, La Favorita, Mignon y Werther. Estuvo ausente en 1950 y 1951 (cuando vino Del Monaco) y volvería ese extraordinario verano de 1952. Di Stefano llegó entonces a México en 1948 volviéndose un ídolo operístico y más aún. Cantaría también en Monterrey y Guadalajara. La última vez (cuando tuve el privilegio de conocerlo), en 1995, para recibir un homenaje y cantar algunas canciones italianas en el Cine Auditorio Plaza, de la Colonia Condesa. En el total de años en México cantaría alrededor de 40 producciones operísticas distintas, conciertos, aparición en la radio, el cine y la televisión; ya he hablado de ello en “Giuseppe di Stefano Centenario, 1921-2021″.

La segunda en venir fue la soprano neoyorquina-griega María Callas. Vino tres años, de 1950 al 52. Cantó en su debut la ópera Norma, de Bellini, y prosiguió en el 50 con Aída, Tosca y El Trovador. En 1951 sólo dos, la Aída más extraordinaria que se pueda escuchar con Del Mónaco como Radamés (la del año anterior fue con Kurt Baum, tenor alemán), y La Traviata. En 1952, con Di Stefano las cinco: Los Puritanos, La Traviata, Lucía di Lammermoor, Rigoletto (la única vez que Callas la cantó en vivo), y Tosca. Y al final, en su última función la orquesta, el coro y el teatro entero le cantaron “La golondrina” –precedida de “La diana”-, como partida sin retorno (volvería a vacacionar alguna vez con esa pareja ideal).

El tercero en arribar, el tenor florentino Mario del Mónaco (1915-1982), que desafortunadamente sólo vino en 1951 (dada la cancelación del 52 referida), pero cantó siete óperas: Andrea Chénier, Madama Butterfly, Mefistófeles, Manon Lescaut, Otello, Adriana Lecouvreur y esa esplendorosa Aída, quizá la más emocionante de todos los tiempos, con Callas.

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Habría sido extraordinario tener a estos tres cantantes ese año de 1952, pero gracias al parecer a “La Callas”, la verdadera diva de la ópera, no pudo ser. De todas maneras, ella cantó con ambos en México y lo haría en otros países, sobre todo con el tenor siciliano, que después del 52 se convirtieron en una pareja operística (y se ha especulado que algo más) estelar, brillante, emocionante; que arrancaba pasiones y vítores interminables. Afortunadamente, tenemos el registro en discos de algunas de las funciones en vivo de todas las óperas cantadas por este trío singular, sin parangón, de cantantes. (Los datos consignados aquí fueron corroborados en grabaciones, el libro de Díaz Du-Pond mencionado, Ópera en Bellas Artes, de José Octavio Sosa –Conaculta 1999-, Callas, una mujer, un mito –bellísima edición del Conaculta del año 2000, que no obstante tiene errores y descuidos-, y la biografía de Di Stefano, El arte del canto –Vergara, 1989, entre otras fuentes).

La pareja operística ideal en México

Después de escuchar, cantada por todo el teatro, la emocional canción de Narciso Serradel, “La golondrina”, Callas no volvería por una razón simple: “Di a don Antonio (Caraza Campos; muy importante directivo de la ópera en México) que si quiere que vuelva a tu país, 3,600 dólares por función…”, relata Díaz Du-Pond haberle dicho Callas en el restaurante “Bifi”, de Milán, donde fue a visitarla y platicar con ella en 1953; para la temporada de ese año que no sería posible por esa razón de peso. En 1952 había obtenido 2,000 dólares por función, “más del doble de lo que se le pagó en 1950″.

En su libro de memorias, Di Stefano ofrece una vívida recapitulación de la presencia de ambos en 1952 y afirma, no sin exageración y cierta adulación agradecida, como un homenaje al México operístico que se le entregó por entero, cómo él y María aprendieron a cantar en este país, pues luego de cada función iban a la estación de radio a escuchar el audio de la noche anterior. Grabaciones que hoy son memorables y mundialmente celebradas. Y si bien es cierto que no aprendieron a cantar, ya lo hacían superbamente, es natural no sólo que se hayan emocionado al escuchar las grabaciones y los aplausos, también que hayan corregido pequeños errores, mejorado frases particulares, enfatizado tales o cuales líneas, palabras, sensaciones. Nosotros mismos aprendemos de ellos hoy, sin duda; y sobre todo los disfrutamos. Como dijo un crítico de Callas registrado por David Lowe (María Callas. Tal cual ellos la vieron; Diana, 1990), el teatro de María está en sus discos. Entra por los oídos y la sensibilidad, y se desarrolla en la imaginación y las emociones.

María y Giuseppe, grabando.

Las cinco óperas del verano de 1952

Al principio de este texto dejamos ensayando a María y Giuseppe ensayando en Bellas Artes. Veamos qué nos dice el autor de La Ópera en México de 1924 a 1984; presente en ese momento e incluso colaborando en la producción de las puestas en escena. Citemos algunas frases de su registro, y escuchemos algún fragmento en vivo de esas representaciones hoy históricas.

Los puritanos

La primera función fue el 29 de mayo (aquí un error inadmisible en la bella edición de Conaculta ya citada, que registra las fechas del 20 y 31 de mayo de ¡1951!, como las noches de representación de la ópera de Bellini referida). Tras algunos malentendidos con la “tradición” de la ópera en México que produjeron la desolación de Callas, Pippo entró a su camerino y le dijo, “María, has cantado como el padre eterno”. El tenor, “en plenitud de voz causó sensación, y en el dúo del último acto se vino abajo el teatro con la ovación a los dos divos que prodigaron agudos”, narra Díaz. Y aquí está ese dueto de la ópera Los puritanos de Vincenzo Bellini (1801-1835); cantado de manera impactante. Batuta de Guido Picco; escena, Chales Laila, coros, Eduardo Hernández Moncada; escenografía Antonio López Mancera; coreógrafa y bailarina, Gloria Mestre.:

La traviata

Estreno en junio 3. La innovadora escenografía de López Mancera –tomada de recursos teatrales como una cámara oscura, un espejo y un inmenso ramo de flores como toda decoración-, causó murmullos y controversia. Esta primera Traviata (Giuseppe Verdi; 1813-1901) de la pareja de cantantes precedería a otras gloriosas como la de La Scala de Milán en 1955. Batuta, Humberto Mugnai; escena, Ch. Laila; coros Hernández Moncada; Gloria Mestre, bailarina. Aquí, dos fragmentos del Acto I; “Libiamo” y “Un dí felice”:

Lucía di Lammermoor

Junio, 10, 14 y 26. Histórica e impresionante primera ocasión juntos cantando esta ópera de Gaetano Donizetti (1797-1848). “María se la sabía a medias,… le llevé al hotel los discos… de Lina Paghliughi… Todos estábamos nerviosos con excepción de Di Stefano que la tenía segurísima. El triunfo fue mayúsculo, la Callas salió 14 veces al proscenio después de la escena de la locura, y Pipo salió 8 veces al terminar la ópera. Los divos estaban felices, fotografías en los camerinos y en la escena, el foro lleno al terminar la función”. Guido Picco, director. Aquí el intenso, tierno y esperanzador dueto del Acto I cantado, emocional y técnicamente, de manera magistral:

Rigoletto

Funciones el 17, 21 y 29 de junio. Comparada con Lucía, fue “el reverso de la medalla, María se la aprendió con discos, le llevé la grabación de la Capsir… Di Stefano comenzó… nervioso y desafinado… Todo el mundo decía que la Callas con su figura [robusta, antes de adelgazar de manera asombrosa y convertirse prácticamente en modelo de jet-set] nunca podría ser Gilda… sus detractores… enfriaron por completo la noche… La segunda representación mejoró, pero María nunca volvió a cantar Rigoletto en el teatro”. Grabarían una bella versión en 1955. Difiero de Díaz Du-Pond, la versión en vivo de 1952 es más que magnifica. Aquí el célebre cuarteto de esta ópera de Verdi:

Tosca

Y finalmente, Tosca. Callas partiría para siempre del Teatro de Bellas Artes. Di Stefano se quedó a cantar otras tres óperas y vendría constantemente al país. La Tosca de Giacomo Puccini (1858-1924) que cantaron juntos tanto en vivo como en estudio, es una de las más bellas en intensas interpretaciones que puedan existir. Díaz Du-Pond destaca una anécdota derivada de “La golondrina” cantada a Callas, “Pippo y la Callas habían llevado relaciones cordiales, habían compartido las ovaciones de un público enloquecido… pero vino la Tosca y surgió un incidente de lo más divertido y simpático dado el temperamento de los ‘divos’”. Resulta que Di Stefano se encabronó por lo que creyó un desaire a su canto, besó la mano de María y la dejó sola en proscenio, se retiró al camerino -”¿no había habido tenor en Tosca?”; gritó que nunca volvería a cantar con ella-. El público reclamó la presencia del tenor; pero no aparecía. Todos lo buscaban, incluso lo registra en dos ocasiones el locutor de la transmisión en vivo –María, conmovida por la ovación, “llama a Di Stefano a que salga a acompañarla; y él, no sabemos dónde se encuentre precisamente en estos momentos”-. Díaz fue por él, “No pude calmarlo, ya cuando María regresó al camerino después de las ovaciones que seguían interminables para ella, Pippo iba camino de su hotel”.

María voló al día siguiente sin poder despedirse de Giuseppe. Afortunadamente para la historia del arte de la ópera, ese desencuentro emocional derivado de un mal entendido duró poco. Cantarían frecuentemente, grabarían 10 óperas en estudio y él la rescataría del retiro y la depresión para hacer una gira mundial entre 1973 y 1974. Y hoy podemos verdaderamente disfrutar sobre todo las versiones en vivo, que son la mejor expresión de su canto y su sensibilidad. Aquí termina el concierto con el dueto entre Tosca y Mario en el primer acto:

Célebre y polémica “La golondrina” para María Callas

Giuseppe di Stefano, que sobrevivió hasta 2008 a la muerte de María Callas en 1977, fue siempre un caballero absoluto. En las entrevistas se negó a develar secretos de la intimidad de María Callas, emprendió su defensa ante los críticos y expresó su admiración a su canto y su cariño al ser humano. Así que Pippo no se malhumorará si despedimos este concierto de la celebración de los 70 años de esa temporada gloriosa de 1952, precisamente con “La diana” y “La golondrina” (en este video-audio, precedidas del final de la ópera, donde Tosca, después de presenciar el fusilamiento “simulado” de Mario y darse cuenta que lo han asesinado de verdad, se tira al vacío desde la torre del Castel Sant’Angelo). Poco se conoce y reconoce a quienes transmitían en ese tiempo desde el teatro. Se escucha al locutor decir que son la XEX, “Voz e Imagen de México” de la radio, y XHTV, Canal 4, ¡de la televisión! Así que tal vez algún día alguien tenga la generosidad de dar a conocer los archivos de imagen que posiblemente existan de esas noches inolvidables.

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo