Amores significa lo morado;

crudeza o sujeción es lo encarnado;

negro obscuro es dolor, claro es tristeza;

naranjado se entiende que es firmeza;

rojo claro es venganza, y colorado

alegría; y si obscuro es lo leonado,

congoja, claro es señoril alteza;

es lo pardo trabajo, azul es celo;

turquesado es soberbia; y lo amarillo

es desesperación; verde esperanza.

Y de esta suerte, aquél que niega el cielo

licencia en su dolor para decillo,

lo muestra sin hablar por semejanza.

Gutierre de Cetina

No nos engañemos. Vivimos expectantes.

Eso, desde que inició este proceso electoral hasta ahora; pasando, incluso —me adelanto—, por el próximo domingo y el lunes siguiente.

Sí, les hablo a los críticos de la administración federal, de Morena, de la 4T; esos que, como yo, se expresan en la opinión pública, pero sobre todo a los que forman parte de lo que se denomina “la oposición política”.

No deseo que sigan (sigamos, me incluyo) concentrándonos en lo que no es lo fundamental. Existe una ilusión y una falsa expectativa. Y de ahí a que escriba en este tono la columna de hoy.

Dado que las elecciones que nos ocupan ahora son locales y de corte legislativo intermedio quisimos/queremos creer que la solución para ponerle un alto al ejecutivo federal comenzaría por —y eventualmente dependería de— la unificación de diversos partidos para hacer contrapeso al régimen o por el impulso de una tercera alternativa partidista (destacadamente, Movimiento Ciudadano) o simplemente por plasmar en las urnas nuestro voto en contra de Morena y sus aliados partidistas. Mas hemos estado equivocados. Eso no es suficiente. No es ni remotamente lo que en verdad se requiere.

Si bien hacer lo anteriormente descrito constituiría un revés momentáneo para el partido en el poder y para el presidente AMLO, en términos electorales y de cara al 2024 ello no significará nada. Absolutamente nada.

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El pico de la Cuarta Transformación NO es este domingo; el punto culminante del lopezobradorismo se dibuja por ahí del 2027. No nos hemos percatado de esto.

Permítanme explicarme. Para ello, retomo el ejercicio demoscópico cuyo levantamiento coordinó el encuestólogo Alejandro Moreno y que se publicó recientemente en El Financiero. Este señala que Morena continúa siendo apoyado por alrededor del 39% de la población, el mismo porcentaje de 2018. En términos generales, Regeneración Nacional y sus aliados atraen 46% de la intención de voto a nivel nacional, mientras que PAN, PRI y PRD, hoy en alianza ‘Va por México’, captan 44%.

¿Esto qué significa?

Que del lopezobradorismo no comenzaremos a despedirnos este 6 de junio, mismo si los partidos políticos y los candidatos contrarios a Morena y aliados resultaran victoriosos en las 15 gubernaturas en disputa, en muchas de las alcaldías y ayuntamientos o si Va por México obtuviera más escaños en la Cámara de Diputados que Morena, el PT, el PVEM y demás partidos satélites juntos.

¿Por qué?

Pues debido a que nos rige un sistema electoral donde el que gana la presidencia de la República es el candidato que obtiene la primera mayoría de los votos. Y, en esa medida, mientras no exista una figura “de oposición” lo suficientemente poderosa (hablando de popularidad y fuerza de arrastre) para disputarle al heredero(a) de López Obrador esa primera minoría, no nos vamos a deshacer de la Cuarta Transformación. Así de simple. Así de duro.

¿Qué figura de la oposición representa hoy en día a esa otra mitad del electorado?

La respuesta es: ninguna. Y en tanto no se encuentre, se trabaje y se consolide esa persona (preferiblemente que provenga de fuera del sistema de partidos para justamente no disputarse los votos de ese 44 por ciento mencionado antes, pero que sea a la vez muy conocida entre la población) estamos condenados a al menos un sexenio más de lopezobradorismo a través de si sucesor o sucesora.

Ello mismo tomando en cuenta que: (1) posiblemente en el 2024 exista algo de desgaste del lopezobradorismo (a ese respecto, la encuesta antes referida revela que hoy, de quienes votaron en 2018 por López Obrador, un 80 por ciento piensa volverle a dar su voto a Morena) y que (2) no haya de parte de Morena un candidato tan poderoso como lo fue López Obrador. Después de todo, no cualquiera es Andrés Manuel...

Por lo anterior, quedan dos años para preparar lo que sigue y ganarle a AMLO.

¿Se ha identificado a una figura que pudiera beneficiarse del posible resultado de estas elecciones del 2021? ¿Se ha trabajado una estructura que aglutine —más allá de los institutos políticos— a la ciudadanía opositora al sistema en el poder? Nuevamente, la respuesta en ambos casos es un “no”.

Nos estamos distrayendo. Nos estamos ilusionando. Esa es la cruda realidad.